Historia De La Brujería
(Frank Donovan)
La brujería es una pervivencia de la antigua religión ritual y matriarcal de la época neolítica. Forma parte de los cultos a la Gran Madre, diosa de la fecundidad sexual y agrícola, y se sustenta en símbolos como la figura cornuda de un hechicero provisto del asta del animal que cazaba y adoraba su comunidad. El documento eclesiástico del siglo XII Canon Episcopi relacionaba la brujería con el culto a la diosa Diana (la diosa de la mitología romana más próxima a la Gran Madre) y comnsideraba a las brujas "mujeres desamparadas, pervertidas por Satanás" que no volaban ni se transformaban en bestias más que en sus fantasías. La posición de la iglesia cambió a finales del siglo XV. ¿Por qué? El autor apunta razones como que la Iglesia se había consolidado ya lo suficiente tras sus luchas contra las herejías o que las brujas se habían hecho más peligrosas religiosa y políticamente. Hay teorías incluso de que formaban un movimiento social más o menos organizado, que se basan en documentos como el Evangelio de las Brujas, libro antiguo, aunque de fecha exacta desconocida, que salió a la luz a finales del siglo diecinueve. En 1484 el papa Inocencio III promulga una bula que da inicio a una caza de brujas que duraría dos siglos y que llevaría a la hoguera a cientos de miles de personas, la mayoría totalmente inocentes, en los países del centro y el norte de Europa (mucho menos en los países totalmente católicos como Italia y España). Los inquisidores Sprenger y Kramer publican en 1486 el Malleus Maleficarum o Martillo de las Brujas, que instruye a los cazadores de brujas de todo el mundo. En ese libro las brujas pasan de ser seguidoras de Diana descarriadas por el diablo a ser directamente adoradoras de Satanás. Sus vuelos, metamorfosis y magias no son una fantasía, sino reales y el que diga lo contrario corre el riesgo de ser declarado hereje. Además, este manual ignoró o invirtió todos los códigos existentes de jurisprudencia al permitir, con la excusa de que el diablo impediría que en un proceso judicial normal se pudiera descubrir la culpabilidad de sus súbditos, que cualquiera denuncie sin pruebas y basarlo todo en una confesión arrancada con la tortura, en la que además la acusada se limita a aceptar lo que dicen de ella. Así la mayoría de las actas que se conservan son confesiones de supuestos crímenes muy parecidos unos a otros. La correcta y amena narración de la historia de la brujería que hace el autor se detiene a analizar casos particulares de esos dos siglos de persecución: delaciones, procedimientos de interrogatorio y tortura y hasta facturas de las costas de los juicios. El último capítulo está dedicado a los conventículos de brujas y brujos de nuestra época recogiendo declaraciones de algunas: "Nuestros dioses no son omnipotentes, necesitan nuestra ayuda", afirma una para explicar los rituales. Estos grupos no tienen nada que ver con el satanismo sino con los ritos precristianos de los pueblos europeos. Tienen nombres de guerra, sacados de las lenguas escandinavas y celtas, practican ceremonias que llevan a cabo en desnudez y se mantienen en secreto sin hacer proselitismo.
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