Sandokán
(Emilio Salgari)
Siempre es un placer volver a Mompracem, ?isla salvaje de siniestra fama, refugio de terribles piratas, situada en el mar de Malasia, a pocos centenares de millas de las costas occidentales de Borneo?. Hace muchos años, más de veinte, encontré allí a un pirata, temible y respetado por sus hombres, llamado Sandokán, más conocido por el legendario mote de Tigre de Malasia. Junto a él y a su fiel amigo Yáñez de Gomera, un pirata portugués de respetable inteligencia, he vivido hermosas e inquietantes aventuras. Me recuerdo muy joven y en Mompracem conviviendo un tiempo con ellos, alojado en una sólida y amplia cabaña repleta de los más preciados tesoros. Se estaba allí muy a gusto, había un piano de cola, muebles de laca y alfombras persas; agua, comida, cigarros de Borneo y ron en abundancia. Sandokán, provisto de su infaltable cimitarra atada en la cintura, solía desplegar mapas añejos, coloreados por mares azules, salpicados por islas de misterio y señales de tesoros escondidos. Con Yáñez escuchábamos con atención sus planes y éste le daba consejos de hombre sensato, muchas veces para protegerlo de sí mismo, de la indomable temeridad que lo habitaba. Pese a tener durante años a los cruceros ingleses en jaque, a invadir y saquear territorios enteros sembrando terror y respeto por todo el océano Indico, el Tigre de la Malasia no era un vulgar pirata. Cuenta Yáñez, que Sandokán era de ascendencia real y que supo ser un rey en Muluder, cerca de las costas septentrionales de Borneo. Se hizo pirata después que los ingleses destruyeran a su pueblo y a su familia entera. Para vengarse? La imagen de Sandokán, con los ojos desorbitados, llenos de furia, clamando venganza, siempre me recordó a Juan Moreira. Otro personaje de leyenda, un gaucho argentino, peleador y justiciero, que tuvo que abrirse paso en la vida a golpes de facón. Su historia, como ninguno, la contó en el cine Leonardo Fabio. Pero sigamos hablando de piratas. Como ya he dicho, ahora que regreso a Mompracen después de tantos años, descubro que las cosas están como las dejé, que por fortuna las aventuras continúan y que Sandokán para nada está más viejo o aplacado. Muy por el contrario, el temible pirata se ha enamorado. La agraciada es nada menos que Lady Mariana, sobrina de Lord James Guillonk, conocida por todos como la Perla de Labuán. Por ella, para consolidar su amor, Sandokán moverá cielo y tierra, se enfrentará a muerte con Lord James y con medio planeta; peleará contra fuerzas cien veces superiores, y pondrá en riesgo su imperio con tal de hacerla suya hasta convertirla en la Reina de Malasia. Como no acompañarlo en semejante aventura? Zarpamos entonces, a bordo de un pintoresco velero en compañía de Yáñez, ?Paranoa, el Araña de mar, Juioko?, y otros veinte piratas armados hasta los dientes. Escoltamos al prao de Sandokán y, pese a que se ha levantado un huracán, tenemos la misión de desembarcar en Labuán. Yañez ayudará a Sandokán a penetrar en la villa de Lord James con el propósito de raptar a Lady Mariana, quien, enamorada perdidamente del tigre, se encuentra en sus aposentos privada de libertad. Este primer intento de rescate, según me cuenta Emilio Salgari, puesto que yo me he quedado a resguardo en el barco, fracasa por la numerosa guardia de ?Chaquetas rojas? que celosamente custodian la villa. De todos modos, los piratas volverán a intentarlo. En su camino de regreso, Sandokán y Yáñez afrontarán los peligros de la selva virgen de Borneo; sumergidos hasta la cintura en un arroyo contemplarán estupefactos la pelea a muerte entre una pantera y un orangután, luego darán muerte al gorila. Pero esto es solo el comienzo. Luego Yáñez, con la mente despierta de un ajedrecista, hará caer a Lord James en una emboscada, donde al precio de muchas vidas, Sandokán, por fin, logrará secuestrar, a la bella Mariana. Después de abandonar las costas de Labuán, con nuestro preciado tesoro a bordo, ya de regreso a Mompracem, la tormenta de batallas y sangre parece haberse aplacado y hasta la mar está en calma, pero en Malasia nada es para siempre? A punto de llegar nos damos cuenta que los ingleses, aprovechando nuestra ausencia, han atacado la isla. Por suerte ?Giro Batol?, y otros valientes que permanecían en la retaguardia, la han defendido con uñas y dientes, y han hecho retroceder al enemigo. Pero esto, es apenas un simulacro de lo que vendrá: toda una armada, cruceros ingleses, fragatas holandesas, navíos españoles y praos del sultán de Varauni, aliados en contra del tigre navegan rumbo a Mompracem dispuestos a recuperar la Perla de Labuán. A esta altura del partido, sin revelar el final del libro, pienso en las tonterías que es capaz de decir un hombre cuando está enamorado: ?Dime qué quieres que yo haga por ti, porque todo me es posible. Si quieres iré a derrotar a un sultán para ofrecerte su reino. Si quieres ser inmensamente rica, iré a saquear los templos de la India y Birmania para cubrirte de diamantes y oro; si quieres me haré inglés?? Pero no es momento de juzgar al pirata; tengo la carabina cargada y llevo puesto en la cabeza mi correspondiente turbante, Mompracem está siendo bombardeada, y a la vera de los tigres la defenderé a muerte. Presiento que los ingleses esta vez ganarán, pero no importa, la venganza será terrible?
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