Chocolate
(Joanne Harris)
Huyendo de los lazos que atan la libertad, Vianne y su hija Anouk vuelven a emprender viaje y van a parar a un pequeño pueblo, esta vez para quedarse algo más de tiempo. Anouk conoce las ventajas de ir al colegio (aunque también las desventajas de la vida escolar) y Vianne monta un comercio, La Céleste Praline, que hace las veces de distribuidor de las esperanzas de sus visitantes.
Vianne trae consigo su visión de las cosas, de lo que debe ser la vida, la búsqueda de la felicidad y lo imprime en sus maravillosos dulces de fantasía de chocolate. A través de ellos hace entender que el placer es uno de los útiles recursos que nos hacen crecer y que no debe ser desdeñado. Esa idea es acogida con agrado, principalmente por los niños, grandes adoradores del chocolate y por las mujeres, hartas de soportar el peso de unos valores demasiados ceñidos a una moral recta y que siempre perjudica al sector femenino.
Sin embargo, esta forma natural de entender la vida, choca directamente con los preceptos del párroco del pueblo que opta por el ayuno y el sacrificio. No solamente hay una confrontación de principios y valores entre el párroco y Vianne. También afloran las debilidades interiores de cada uno y las consecuencias de ambas influencias en los habitantes del pueblo generarán dos fuerzas contrapuestas.
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