Mi Vida
(Isadora Duncan)
La bailarina Isadora Duncan concluye esta autobiografía en 1927, unos meses antes del accidente que acabó con su vida, y en ella repasa todas las etapas de su vida hasta 1921, justo cuando inicia su esperanzada experiencia en la Unión Soviética. No parece que Isadora resulte muy hábil a la hora de comunicar con palabras los sentimientos que impulsaban su vida y su arte, lo cual no deja de resultar lógico y disculpable, puesto que la escritura no era su terreno. A veces, a lo largo de estas páginas, Isadora puede parecer una esnob, frívola, mística y elitista, que alentaba un arte meramente intuitivo y personal y lo llevaba como una religión, atacando duramente a otras concepciones musicales y coreográficas. Pero en algunas ocasiones ?en las más valiosas? conseguimos entender el aliento revolucionario que partía de su etéreo arte y que no se limitaba a él. Isadora se sentía inspirada por el sentimiento trágico griego y parecía perseguirle el destino trágico. Dos de sus hijos murieron en un estúpido accidente de tráfico, al deslizarse el coche hacia el Sena, y un tercero murió a los pocos minutos de nacer. Si a eso se añade su más que estúpido accidente en Niza, no puede uno leer sin asentimiento la frase que al parecer le dedicó su amiga, la mítica actriz Eleanora Duse: "Tienes en tu frente la señal de los que están predestinados a los grandes infortunios en la tierra. Lo que te ha ocurrido no es sino el prólogo. No tientes más al destino". A pesar de su alegría general, Isadora rezuma a veces pesimismo existencial: "Si en las farmacias se vendieran unos sellos para el suicidio, como se venden, por ejemplo, medicinas profilácticas, creo que los hombres inteligentes de todos los países desaparecerían de la noche a la mañana". La sensualidad era una parte de su danza, aunque ella consideraba el cuerpo como un mero símbolo del alma, que era la que en realidad bailaba. Siempre bailó con túnicas transparentes y con las piernas generosamente descubiertas, a menudo descalza o con sandalias griegas, y rechazaba cubrise con sedas de salmón y similares: "Tuve que proclamar muchas veces, desesperadamente, que lo vulgar y lo indecente eran las cintas de seda salmón, y que lo bello e inocente era el cuerpo desnudo cuando lo inspiran bellos pensamientos". Isadora considera su danza como sucesora de las de las ceremonias griegas."Yo he descubierto la danza. He descubierto un arte que ha estado perdido durante dos mil años". No obstante, no dejaba de reivindicar el americanismo de su arte:"Yo amo América. ¿No son esta escuela y estas niñas los frutos espirituales de Walt Whitman? Y esta danza, que ha sido calificada de griega, también es de América. Ha brotado de América y es la danza de la América futura. ¿De dónde han venido todos estos movimientos? Han surgido de la gran naturaleza de América..." Es conocido que bailaba música no compuesta para la danza, de Beethoven, Chopin o La Marsellesa. Pero su inspiración la sacaba de la naturaleza y de otras artes. Al público lo llama "un gran dios que representa la humanidad"y desde que no era nadie tenía un alto concepto de sí misma y de su arte, de manera que por muy apurada que andara de dinero rechazaba bailar en sitios que no fueran serios. Tenían que ser en templos del arte, "no en un music hall, con acróbatas y animales sabios". Denostaba la danza de ballets clásicos y sobre su visita a la escuela imperial rusa de ballet, dice: "vi en fila a todas las pequeñas alumnas realizando sus ejercicios torturadores. Se sostenían en la punta de los pies durante horas enteras, como víctimas de una cruel e innecesaria inquisición (...) Me convencí más que nunca de que la Escuela Imperial de Ballet era una enemiga de la Naturaleza y el arte". Isadora considera su politización una parte más de su concepción artística de la vida. Ante el entierro de unas víctimas de la represión zarista en Rusia 1905 dice: "¡Cuán vano me parecía mi arte mismo, si mi arte no podía combatir aquello!". Precisamente, la conclusión de libro es una alabanza esperanzadora de la experiencia revolucionaria que están comenzando a vivir en la Unión Soviética: "Creía yo, efectivamente, que el Estado ideal, soñado por Platón, Carlos Marx y Lenin, había sido, por milagro, implantado en la tierra. Con toda la energía de mi ser, decepcionado en sus tentativas de realizar sus visiones artísticas en Europa, me hallaba dispuesta a ingresar en el dominio ideal del comunismo". Al acabar aquí el relato de su vida, nos quedamos sin saber hasta qué punto le agradó y en qué la decepcionó. El libro inserta, como conclusión, la noticia de la prensa española sobre su accidente mortal: El Sol, 15/9/27. Niza, 14. Ha sido víctima de un trágico accidente de automóvil Isadora Duncan. La famosa bailarina norteamericana paseaba en automóvil, y hallándose en el Paseo de los Ingleses, el cabo de un echarpe que llevaba al cuello se enganchó en una de las ruedas traseras del coche y el tirón la hizo caer hacia atrás estrangulada. Al ser recogida por los transeúntes que salieron en su auxilio, se vio que tenía rota la columna vertebral. La muerte debió ser instantánea.
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