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El Extranjero
(Albert Camus)

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El extranjero es la historia de un ser humano que no quiere mentir ni justificarse. Nos resulta muy difícil hacernos a la idea de la personalidad del protagonista porque Meursault es la conciencia a través de la cual conocemos los hechos y a los restantes personajes. Superficialmente, se podría considerar el retrato de un argelino de origen europeo de la primera mitad del siglo XX. Algunos lo han definido como Camus en una versión ?fracasado?.
La obra hace gala de un estilo conciso, desnudo, directo, natural, con un lenguaje sencillo, falto de adornos. Probablemente desea plagiar lo que sería el lenguaje habitual de un argelino de la época. Solamente al final de la novela hay alguna descripción más lírica, referida concretamente a la naturaleza.
La acción se sitúa en Bercout y en una playa cercana a Argel. La primera parte de la obra se desarrolla en dieciocho días, entre un jueves y un domingo
El protagonista es extranjero porque toma conciencia en el juicio de que su forma de entender la vida no se corresponde con la del resto de la sociedad, pero mientras está libre nunca se siente extraño ni respecto a los demás ni respecto a la naturaleza. Respecto a los demás, se muestra muy abierto, aunque es extremadamente pasivo, lo que puede resultar extraño a los lectores y al resto de personajes de la novela.
Meursault se sentirá extraño cuando el juicio lo separa de su rutina y, después, cuando le lleve a descubrir que es un extranjero en las costumbres de su país. Por último, le acusan de unos comportamientos que son extraños a las normas de comportamiento a habitual. La sociedad pretende que el protagonista (el extranjero) reconozca que no quería hacer lo que hizo, que se arrepiente, para de esa forma poder perdonarle. Planteado de esta forma, la historia del protagonista tiene como objetivo declararse extranjero ante los demás. En este sentido, podría decirse que Meursault es un ?mártir de la verdad?, alguien que no está dispuesto a cambiar sus palabras para salvarse. Durante el juicio, valora mucho las palabras de los demás (alaba el lenguaje del fiscal) y, por tanto, también cuida mucho su lenguaje. Este intento de usar las palabras de una manera tan profunda reafirma su condición de extranjero.
Meursault, en ocasiones, se comporta como un animal, por instintos básicos; lo domina la pasión de la verdad.
En la segunda parte del libro, el personaje es más reflexivo. Llama la atención sin embargo que a Meursault no le importa mentir en otras circunstancias (por ejemplo con la carta, cuando testifica a favor de Raimond y desencadena unos hechos que acabarán en el asesinato). Da la impresión de que es totalmente sincero en el mundo de los afectos, pero no le importa en absoluto el mundo de la opresión social.
El personaje no manifiesta ningún tipo de culpabilidad ni religiosa ni social por la muerte del árabe. Asume una especie de culpabilidad cósmica en el sentido de que sí tiene conciencia de que ha roto de alguna forma el equilibrio universal dentro del cual él estaba instalado. Es un sentimiento de culpabilidad que recuerda al sentimiento de culpabilidad de los protagonistas de las tragedias griegas.
Con su respuesta para justificar el asesinato (afirma que ha sido por el sol), Meursault demuestra su absoluta inadaptación al mundo en el que vive. Se puede decir que el protagonista muestra una personalidad infantil, pre-moral. Es como un niño que sabe lo que se debe o no se debe hacer, pero que no sabe por qué.
Sus amigos lo eligen a él, más que él a ellos. Meursault inicialmente no se cuestiona el carácter de estos personajes, y solo atiende al placer, a los beneficios que esas relaciones pueden proporcionarle. Únicamente en el juicio Meursault establecerá una serie de valoraciones morales.
Existen también una serie de personajes, relativamente irrelevantes, y solamente durante el juicio surgirá la reflexión sobre el comportamiento de alguno de ellos. Mersault valorará a Marie, se dará cuenta de que juzgó mal a los abuelos del velatorio? Es decir, se despierta en el personaje cierto sentimiento de afecto que no había aparecido en la primera parte. Quien curiosamente no aparece en sus reflexiones es el árabe muerto (al que ni siquiera pone nombre). En el juicio también se despiertan ciertas simpatías conscientes hacia el juez, hacia el fiscal, hacia el funcionamiento del sistema, y se muestra muy sensible a los detalles visuales (las corbatas, el color de sus ojos?). En definitiva, a medida que se acentúa su condición de extranjero, se desarrolla también su capacidad reflexiva.
La obra es una representación de la concepción existencialista de la vida como un absurdo, en la que el hombre realiza constantes elecciones, a veces sin valorar sus consecuencias, y en la que cada ser humano debe establecer su propia escala de valores morales. De ahí que el concepto de culpa desaparezca y que se establezca una especie de indiferencia ética por la cual todas las acciones son equivalentes entre sí. La conciencia de la muerte aumenta este sentimiento de absurdo, y estas ideas se aprecian sobre todo en las últimas páginas de la novela.
Nos encontramos ante un personaje muy ambiguo, ambigüedad buscada por el propio autor. El deseo de juzgarlo es obra de una sociedad que desea explicarlo todo, y que quiere que el hombre se comporte de acuerdo a unas normas sociales preconcebidas.



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