Las Partículas Elementales
(Michelle Houellebecq)
Las particulas elementales, la novela que se encargó de consolidar a Houellebecq como una de las más brillantes y agudas cabezas de la actual Europa, transita a brincos, delicadamente, barriendo con pulcritud cualquier lugar común, moda, o tendencia. Antiliberal, anticlerical, Anti new age, anti hippie, lo que primero se deja percibir en el libro es la inteligencia. A pesar de que el nihilismo se traga a caudales, y a ratos el pesimismo se vuelve casi intolerable, la calidad del lápiz de Houellebecq obliga al lector a permanecer atento al desastre. No es improbable que el lector se sorprenda leyendo con avidez manteniendo al mismo tiempo los ojos entrecerrados para resguardarse de las macabras visiones. Macabras, sí, pero también terriblemente realistas. Y es que el francés resulta insuperable a la hora de hacer un diagnóstico, más que frío, helado, y terriblemente desapegado de partidarismos y afecciones de la sociedad europea. Dos personajes centrales, hermanastros, brillantemente construídos, suavemente delineados, encauzan la trama de la novela. Cuesta no reflejarse, en estos actores, asfixiados con las sogas de la época: la apatía, el desapego, el amor, el sexo. La esperanza y la imposibilidad en la consecución de relaciones humanas, (ya sea amorosas, de amistad y hasta de filiación) es el mounstruo que subyace a lo largo de toda la novela y que se encarga de detonar el comportamiento de los protagonistas. Infancias duras, adolecencias sombrías y un feroz escepticismo, son los rasgos que comparten los personajes con el autor, lo que precisamente insinúa a gritos que cada vez que Houellebecq escribe está hablando, en algún grado al menos, en primera persona. De ahí que el libro resulte brutalmente franco e inteligente, descreído y bien pensado. Y aunque leerlo no sea un paseo por el parque para los optimismos del lector, debo decir que bien vale el placer.
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