La Visita Del Inspector
(J. B. Priestley)
En esta famosa obra de teatro encontramos una brillante y simpática utilización del típico rompecabezas policial del teatro inglés de misterio para fines de denuncia social de tesitura próxima al laborismo de los años cuarenta, época en que fue estrenada. La obra se maneja con sólo seis personajes (más una criada de breves apariciones mudas) y se desarrolla en lo que llamaríamos tiempo real, es decir, en apenas una hora y pico. Aunque el final de corte fantástico por el que opta el autor parece bastante discutible, el desarrollo vertiginoso y cabal hacen de esta obra un entretenimiento seguro, por mucho que el paternalismo reformista que aliente resulte anticuado. En una noche de primavera de 1912, la rica familia Birling (el padre, la madre, la joven Sheila y el jovencito Eric) celebran con el ejemplar joven Gerald Croft el próximo casamiento de éste con Sheila. Mr. Birling sienta los principios de la familia: uno tiene que preocuparse por sí mismo, no pensar que la buena sociedad está para atender los problemas de todo el mundo y no leer los libros de intelectuales de moda como H. G. Wells y G. B. Shaw y dejarse convencer por sus perniciosas ideas reformistas. En ese momento se anuncia la visita del inspector de policía Goole para una encuesta rutinaria. El inspector les enseña la foto de una guapa joven veinteañera que acaba de suicidarse y paso a paso, demuestra que ha tenido relación con cada uno de ellos y que cada uno de ellos le ha complicado un poco más la vida hasta llevarla a un callejón sin salida. Mr. Birling la echó de una de sus fábricas, donde trabajaba como obrera, por haberse destacado en una reivindicación sindical. Sheila provocó que la despidieran del siguiente trabajo que encontró, una tienda de moda, al decir a su jefa que no volvería comprar allí si la muchacha no era despedida, con la única motivación de que había visto que a la chica le sentaba fenomenalmente el vestido que a ella en cambio le iba muy mal y sentir una irreprimible oleada de celos. Gerald Croft tiene que confesar que tuvo un romance con ella durante unas semanas y que se veían en el apartamento de un amigo hasta que se cansó del affaire y la abandonó. Finalmente, el inspector obliga al joven Eric Birling que confiese que la dejó embarazada y que ella, al conocer que el dinero que le pasaba para sus necesidades era robado, acudió a la organización caritativa que regenta la señora Birling a pedir ayuda y ésta se la negó de malos modos. Una vez que ha demostrado que cada uno de los presentes ha sido un eslabón en el camino de perdición de la joven, aunque legalmente no se les puede reprochar nada con excepción de los pequeños desfalcos de Eric, el inspector se marcha, tras recordar que hay muchas otras personas en la situación de la joven suicida a las que todavía pueden ayudar. Sólo la joven Sheila parece conmovida por la lección recibida mientras que los demás pretenden no tener en realidad culpa o estar dispuestos a olvidarse de ello y seguir igual. Además, a través de varias llamadas telefónicas, comprueban que en realidad ese día no ha habido ningún suicidio en la ciudad y que en la policía no hay ningún inspector que se llame Goole. Cuando creen haber sido objeto de una sutil broma, una llamada de la policía les avisa de que un inspector de policía se dirige a su casa para hacerles unas preguntas sobre una joven que en ese momento acaba de suicidarse. Telón.
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