Resumo de Los Últimos Tres Días De Fernando Pessoa

Muchos escritores tienen temas que los persiguen hasta la muerte. En esta obra, Antonio Tabucci relata de una manera sencilla y mágica cómo fueron algunos personajes importantes en la vida del escritor Fernando Pessoa los que lo persiguieron en sus últimos días de delirio.

Antes de irse al hospital, por un fuerte dolor en el costado derecho, Fernando Pessoa decide ir a la barbería del señor Manases, quien acostumbraba afeitarlo. Él fue uno de los últimos amigos suyos que vio, pero sin tener una conversación muy profunda. Luego, bajando las gradas con esfuerzo, lo acompañaron otros dos amigos suyos, Francisco Gouveia y Armando Texeira Rebelo, quienes estaban preocupados por él y lo acompañarían al hospital. En la puerta del Taxi apareció su jefe Moitinho de Almeida.

En el camino, acompañado de sus tres amigos, él observaba el paisaje que sabía que no volvería ver e iba rescatando pequeñas imágenes de recuerdos de algunos de ellos. Como el de su amada Ophélia a quien tuvo que dejar por la escritura. También, en medio del recorrido los detuvo un policía. Cuando pudieron excusarse y seguir el camino Pessoa sonrió. Se había dado cuenta que era un extraño heterónimo suyo: Coelho Pacheco, que había creado un poema oscuro y visionario.

Llegaron al hospital. El médico detectó una crisis hepática y le asignó una habitación. Despidió a sus amigos con amabilidad y permaneció sólo sobre la modesta cama de hierro.

A la hora de los fantasmas llegó Álvaro de Campos. Él era uno de sus heterónimos y le cuenta que morirá junto con él, pero antes debían despedirse por si no se volvían a ver. Le cuenta sobre una creación inédita suya, un soneto, que habla de un amor homosexual. Luego hablan de la evolución de su literatura. Los cambios acerca de la realidad. Él fue quien escribió el poema Tabaquería. Pasan un tiempo conversando y se va.

Pessoa ya esperaba que pronto llegaría alguien mas. El maestro Caeiro, aunque ya estaba muerto, tendría que hacer un largo viaje desde Ribatejo. Luego de unos minutos llegó. Sus ropas mostraban su personalidad de hombre de campo. Le confieza a Pessoa que era él quien influía en sus escrituras de trance nocturno, a pesar de que él sabía. También le dice que es el sustituto de su padre, a lo que Pessoa responde que también lo sabía. A pesar de ser un hombre sin instrucción, había sido maestro de él y de todos sus heterónimos.

El 29 de noviembre se volvió a abrir la puerta. Entró otro de sus heterónimos, Ricardo Reis, quien volvía de su Brasil imaginario. Confiesa de que toda su literatura en contra de la República era sólo una careta para ser leído. Nunca había sido exilado al Brasil y se refugió escondido en un pueblito llamado Azeitao donde vivió una vida de estoico dedicándose a trenzar coronas de flores ideales.

Los siguientes visitantes, no eran heterónimos. Uno era Bernardo Soares, a quien conoció en una casa de comidas casualmente llamada ?Pessoa?. Acompañaban el almuerzo hablando de sus proyectos literarios. El último fue António Mora. Un hombre obsesionado por el paganismo y el cristianismo Era un filósofo lúcido pero loco, vestía una túnica al estilo antiguo. Se conocieron en la clínica psiquiátrica y le confió sus escritos.

En toda esta historia se habla de algunas de las personalidades creadas por Pessoa. Se muestra la autonomía de algunos de sus heterónimos, cada uno con distintas ideas e intereses, que en realidad sólo pertenecen a uno: el mismo Pessoa. Se relatan las conversaciones como si realmente fueran fantasmas o personas reales, pero sin embargo muestran la relación que tenían con la escritura de Pessoa. Alvaro de Campos, fue creado el tiempo que él tuvo que dejar a Ophélia. La necesidad de hacer que este personaje escriba, fue lo que lo obligó a olvidar el amor. También está Alberto Caeiro, que con una especie de hipnosis nocturna poseía la escritura de Pessoa, siendo el quién provocaba algunas de sus obras. Es como si cada uno de sus heterónimos fueran voces que suenan en el silencio del aire y actúan como nuevos artistas.

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