Menores Al Por Mayor V
(Juan1337)
La Recepcionista - Continuación Recién la conocía y ya la deseaba en cada una de las fibras de mi ser. Cuando se retiraba la observé por detrás. Caminaba como una gacela. Noté que la parte posterior de su cuerpo era igualmente primoroso. Altura, grosor, espalda, cintura, caderas, nalgas, piernas, todo tan perfectamente equilibrado que no parecía un ser humano. Debo confesar que me hice la película. Pero enseguida reaccioné. Recordé lo que siempre repetía mi abuelo: "Dónde se come no se caga querido" y traté de pensar en otra cosa. -¿Lo lograste? -¡Qué lo voy a lograr!.. A medida que pasaban los días y la veía caminar por la oficina, Graciela me calentaba más y más. Y a ella le pasaba lo mismo, porque invariablemente, cuando me pasaba los mensajes, siempre encontraba un par de labios muy chiquititos estampados a "Bic" en la parte inferior del papel. Como a la semana de ingresar esa chica se nos descompuso el sistema de música funcional. Susana me dijo que el novio de "la nueva" arreglaba equipos de audio y que se ofrecía a reparar el sistema sin cargo. Acepté el ofrecimiento y al mismo tiempo pensé: ¡Ah!.. ¡Tiene novio!.. ¡Entonces ya está canchera, como Mabel!... Ahora sí que la voy a atropellar... Al día siguiente vino el noviecito para reparar el audio. Un imberbe jovenzuelo de la misma edad que ella, medio gordito, con cara de gallego y, seguramente, eyaculador precoz, por lo que, seguramente, no la hacía feliz en la cama. Dos días más tarde, el viernes, faltó Susana y "la nueva" tuvo que reemplazarla a medias. Me trajo café en varias oportunidades y otras tanto vino a mi despacho con excusas tontas. La invité a ir esa noche a la inauguración de la muestra de un pintor amigo, que exponía en una galería de la calle Charcas. Luego de pedir permiso por teléfono a sus padres, aceptó. Durante el viaje en auto hablamos de temas triviales. Tenía que ir tanteando el terreno. Me dí cuenta que era un poco pajuerana, ya que, en general, sabía muy poco de la vida. Por ejemplo, como la noche estaba fresca le dije que después de la exposición la invitaba a comer un rico locro a un bodegón de la calle Güemes. "¿Qué es un locro?"... Me preguntó. Y así era con todo. Mientras disfrutábamos del excelente plato, preparado por doña Consuelo, la dueña del local, entre vino y vino hablamos de varias cosas, hasta llegar a un terreno palpitante. Fue cuando me confió que "el novio la respetaba mucho", con lo que me dijo todo. Bien, le comenté devolviéndole la sonrisa, ya debutaste conmigo con una muestra de pinturas, debutaste con un exquisito locro y ahora te voy a hacer debutar con un delicioso postre. Vamos a pedir un par de crêpes de manzana y no me preguntes que es, lo verás cuando te lo sirvan. Te aseguro que no te vas a arrepentir. Y también te aseguro que todo lo que hagas por primera vez conmigo será inolvidable. Te lo prometo. -¿Y?.. ¿Le gustó el postre?.. -Qué duda te cabe. Se lo devoró enterito, enterito, como yo imaginaba que se iba a devorar todo lo que pusiera a su alcance. Salimos del bodegón cerca de medianoche. Estaba fresco pero ella no lo sentía, el vino, además de sonrojarle las mejillas, había calefaccionado su cuerpito angelical. La verdad que llevarla hasta Monte Grande no me hacía mucha gracia, pero no podía largarla sola a esa hora, aunque prefería que se quedara a dormir en mi casa, pero rechazó la oferta lamentándose con un "Mis viejos son gallegos chapados a la antigua y no lo entenderían". No me quedó otra alternativa que llevarla y mientras íbamos por la Avda. Pavón hacia el sur, yo esperaba una señal para iniciar el ataque, pero ella nada. Nada de nada. Es más, algunas insinuaciones mías caían en saco roto. Un par de cuadras antes de llegar a su casa me pidió que detuviera la marcha junto a la acera de la plaza. Bueno, acá viene lo mejor, pensé. Me equivoqué, ya que solo se quería bajar ahí pues si llegaba en auto a la casa al día siguiente todo el barrio la denigraría. Pobre piba, pensé y al despedirme, con un beso en la mejilla, noté su rostro tan caliente como el radiador del coche... -¿Y ahí terminó la historia? -¡No!.. Ahí empezó... El lunes también faltó Susana. Graciela vino a mi despacho muchas más veces que el viernes y muchos más mensajes llegaron con los labios chiquititos estampados a "Bic". Poco antes de la hora de salida le comenté que el sábado tenía que viajar a San Pedro para designar a un distribuidor local. Le pregunté si la ciudad de San Pedro. Estaba seguro que me diría que no... Y me dijo que no. Otra vez me dijo que no... Continúa
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