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Menores Al Por Mayor Iii
(Juan1337)

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Al bajar del acceso la desperté y le propuse un pacto. Después yo haría todo lo que ella quisiera, siempre y cuando se sentara correctamente, sin mostrar la bombachita, se sacara el buzo con el escudo del colegio de monjas y lo tirara en el asiento trasero, tapando los libros. Además le pedí que se soltara el cabello (lo sujetaba con una vincha de color azul) para parecer mayor todavía y que ante cualquier pregunta dijera que era mi sobrina. La hija de mi hermana Clara. "Bueno, me contestó sonriendo, yo voy a cumplir el pacto Al pie de la letra, pero vos después tenés que hacer todo lo que yo te pida... ¿Estás de acuerdo?"..
-¿Hiciste el negocio?..
-¡Callate!... cuando estábamos firmando la orden de compra se apareció ella, despampanante, dejó a todos los empleados babeándose. Es que yo no la había visto bien, de cuerpo entero. Y para colmo no sabía siquiera su nombre. ¡El nombre de mi sobrina!.. Saludó, pidió permiso al entrar a la "pecera" del gerente y acercándose a mi oreja la humedeció deliberadamente con sus labios carnosos y susurrando me dijo: "Tío... necesito ir al baño".
-Estaba cumpliendo el trato al pie de la letra. Bueno. Pero no hagamos decaer la historia. ¿Qué pasó cuando salieron del Astillero?
-Le propuse ir a comer algo. Eran como las once y media y supuse que podría tener hambre. Además quería ganar tiempo. Te confieso que no sabía que hacer con ese "bocadito di Cardinale". ¿Sabés qué me contestó?..
-¡Ni idea!..
-"¡No tío!.. Después de comer Hace mal"... Esa respuesta me sacudió. Esta piba, pensé, es más experimentada de lo que yo suponía. ¿Qué hay de malo, entonces, en agregarle una mancha más a la piel del tigre?.. Por lo tanto, ya decidido a todo, le pregunté: ¿Vos querés dormir la siesta ahora?... "Por supuesto tío... Hace más de dos horas que lo pienso y ya no aguanto más"...
Tomé la Panamericana de regreso y en cada albergue pensaba entrar... pero no me animaba. En el próximo sí o sí, decía para mí, pero en el próximo pasaba lo mismo. Era algo muy fuerte, algo que no te puedo explicar. La nena, en tanto, se había sentado bien pegadita a mí, con su brazo izquierdo pasado por detrás de mi espalda y la mano derecha acariciándome... justito ahí. Te imaginas que las costuras del pantalón estaban a punto de ceder.
Y como de madera no soy, bajé en la 202 y me metí en el Hotel Faro, a 150 metros del acceso, rogando que el conserje no se diera cuenta que era una menor y llamara a la cana o a los milicos, que era peor.
-Pero no pasó nada de eso...
-No pasó nada de eso, pero en la habitación pasó de todo. No te puedo explicar. La nena sabía hacer lo que quieras imaginar. Mejor dicho, hizo todo lo que sabía, que era todo lo que se puede hacer. De arriba, de abajo, de costado, al derecho y al revés. Y de entrada nomás me advirtió. "Y no te preocupes por el semen... (vá, en realidad dijo no te preocupes por la leche), porque tengo un diafragma"...
-¿Vos estabas bien?.. ¿Distendido?..
-Por momentos sí. Por momentos me agarraba el pánico y un fuerte sentimiento de culpa. Quería salir corriendo. Pero era imposible dejar de disfrutar de ese monumento. Debido a mi estado de nervios yo demoraba el clímax y eso le permitió a ella tener varios orgasmos. Hasta que en un momento dijo "Basta tío... me mataste tío... no puedo más... nunca me hicieron sentir lo que me hiciste sentir vos..". Fue en ese momento en que descargué mi torbellino. Y a los dos o tres minutos se quedó profundamente dormida. Apagué el aire acondicionado y antes de cubrirla con la sábana disfruté durante un par de minutos, embelesado, de ese cuerpo escultural tendido ahí, sólo para mí...
-¿Cuántas veces se repitió el encuentro?
-Nunca más. Como un pelotudo, al despedirnos a las cinco de la tarde en Callao y Tucumán, donde Mabel (sí, porque se llamaba Mabel) había subido, le dí un teléfono cualquiera para que no pudiera localizarme. Es que mi conciencia me seguía reprochando por lo que había hecho.
Continúa



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