La Monarquía Del Adiós
(José Francisco Ramírez.)
El memorial encendido. José Francisco Ramírez nos invita a sumarnos a un lírico viaje a través de herencias que en altares paganos, ardieron, lamentándose en adioses que nunca finalizarían ?melodías expulsadas del silencio,todo resuena en ti,? todo resuena como el eco lejano de una elegía, de una lluvia Griega y latina que nos invita a ?anclar en el vacío o esquiar en un abismo?. El poeta nos propone desde el inicio de su libro un destejer de horizontes, un respiro limpio y claro a través de sus versos, elegías mortales que vuelan en lluvias indescifrables, un canto de ángel, de belleza, de instante, de lamento, de ausencia y profundos silencios. Donde mora la belleza?, pregunta el poeta en su introducción a la ?Monarquía del adiós?, desde este titulo asoma la tenue respiración de una búsqueda que solo al recorrer el libro entenderemos de que se trata, porque de eso se trata, de búsquedas y respuestas, de sueños escondidos, de moradas ocultas, de silencios apagados, de rosas que se esconden de su próxima primavera. José Francisco Ramírez en la ?Monarquía del adiós? es un suicida en la hora justa, anunciando su próxima victima, todo resuena a través de estas elegías como el tic tac del tiempo, marcando la hora en que musas asustadas empiezan su lento trabajo de armar el rompecabezas de los minutos aplastados por un dios de barro. En su canto a los Ángeles nos remite de manera intermitente a Rilke, cuando canta con voz propia a Ángeles ajenos, en una nueva búsqueda que calme tanto desgarro desde un fondo femenino. ?No es sólo tu cuerpo a quien yo amo en el crepúsculo de la noche,? una disculpa herida por dos balas de transparencias, un querer agotar pensamientos, en un camino asustado de sombras paganas. La voz del silencio se alza con banderas agitadas para proclamar un voz que decide ser escuchada, una voz de Antorchas transparentes, que iluminan un cuerpo desnudo en un puerto de nieblas, donde el poeta se reconoce y se inunda de plegarias, buscando la voz del amor, un amor que ha partido en la nota musical del viento. Desnudo, fracasado, fragmentado, como una canción extraviada, se encuentra el poeta en su ?elegía de la desnudez?, pero subliminalmente habla de que nada esta perdido, mientras siga su búsqueda, ese correr bajo la lluvia buscando agua para calmar su sed, un derroche de belleza para plasmar con mirada inocente la desnudez de un invierno maltratado. Ardiendo como soles recién paridos, como un incendio de horizontes, en un viaje inabarcable, perplejo mira pasar la gran carroza de reinas destartaladas, rumores de nostalgia corren como agua fresca por los versos del placer, confundido, sin saber jamás si sus huellas marcaron aquel viejo camino, que lleva al altar, donde sueña el miedo. Como un traficante de ilusiones, como el heredero de soledades indelebles, como un artesano de fantasías, buscando a la hechicera de sus deseos, nos adentramos a mirar mas de cerca el paisaje de la perdición, Otra vez morirás, la luz penetra la ventana y nos conmina fatalmente a interrumpir el ritual que ciegamente oficiamos. La inocencia es una mala jugada al evocar desde los sueños interrumpidos a la ausencia maniqueísta de los colores de una mirada que ha marcado al poeta en una muerte ritualista, la amnesia es una fuga inconsciente hacia la nada, sabiendo que ya no hay palabra salvadora ni poema que vuelva atrás, desolado y sin recuerdo parte hacia una eternidad de la que nada sabe, pero así será la ausencia en lo eterno del desamparo, en los matices de una fuga que no comprende porque huye. Renace entre Ángeles y demonios la esperanza perdida en el lenguaje de una mirada, como el escarbar en el idioma de una noche sin estrellas, pero desaparece tan rápidamente como llega, como un espejo indiferente que solo refleja un consumido abandono, y no el despertar de una mirada soñada por los Ángeles del poeta, soledades multiplicadas como el romperse de un espejo, somos como aquella carta que nunca enncontró su destino... Después vendrá el silencio inundándonos de nostalgia en una hoguera implacable, alucinaciones y misterios, presagios de heridas transparentes, como sus ?nubes cansadas de sostener el horizonte.? ?La monarquía del adiós? mira debajo de cada palabra y a cada una la da su lugar exacto en un memorial encendido, en un destierro a veces implacable, asesinando silencios, como quien asesina el agua de su propio corazón. Todo poeta sueña con arrancarle la piel a la vida para hacerse un traje a medida, José Francisco Ramírez, lo consigue y lo hace de una manera maravillosamente lírica y elevada, tan elevada que logra transportarnos a un mundo mágico, pleno de belleza, entre el silencio y un atardecer ardiendo en su propio corazón. Sé que volveré a nacer en otras tierras bajo el amparo de otros emperadores, pero las elegías no dejarán de escribirse porque el ser humano es lamento y despedida. También nosotros volveremos a nacer, una y otra vez, cada vez que leamos y releamos la belleza hecha carne de poemas. Entre lamento y despedida, las elegías serán susurros de Ángeles en tardes quietas, para nuestras almas bajo la lluvia de la desolación. ?La Monarquía del Adiós?, nos pone el alma al revés y cruza por nuestra sangre, como un batallón de hormigas celestiales, desmaterializándonos el alma, como un sutil traficantes de emociones. Jaro Godoy.
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