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Casa Tomada
(Julio Cortázar)

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Vivíamos solos en esa inmensa casona de nuestros antepasados porque allí habíamos nacido y estaba llena de recuerdos. Era demasiado grande para nosotros pero nos arreglábamos bien con la limpieza. Había sido construida de la siguiente forma: zaguán, puerta cancel, la sala, que comunicaba a nuestros respectivos dormitorios, y desde allí se ingresaba por un pasillo al sector de cocina y baño; después de otra puerta de roble, a un comedor, sala, biblioteca y tres dormitorios. Esta última parte no era usada, pero todos los días la limpiábamos como al resto de la casa. Mi hermana y yo vivíamos sin sobresaltos de ninguna naturaleza, con una vida metódica y con ingresos más que suficientes provenientes del campo. Ella, una vez terminadas las tareas domésticas, se dedicaba a tejer maravillas, y yo a la lectura de libros en francés, o a hacer las compras.
Un día esta paz se vio interrumpida por un hecho singular. A través de la puerta maciza de roble escuché sonidos que provenían del sector que no utilizábamos. Eran ruidos sordos, semejantes a los de la actividad normal de las personas, y también murmullos como de conversaciones. Como en un acto reflejo puse inmediatamente la traba y la llave en la puerta, que por suerte estaba de mi lado, y corrí a avisar a mi hermana: HAN TOMADO LA PARTE DEL FONDO.
Nos resignamos a vivir sólo en el sector delantero, sin tener acceso a la biblioteca donde guardábamos algunas cosas que nos servían, y usábamos con cierta regularidad. También recordé que en ese sector habían quedado todos mis libros. Pero continuamos nuestra vida de costumbre, sólo que con disminución de las tareas domésticas, pues ya no podíamos limpiar la parte trasera. Irene estaba contenta, pues tendría tiempo para tejer más, y yo me conformé con volver a hojear la colección de estampillas de mi padre. Nos arreglábamos muy bien, éramos felices igualmente. Una noche, cuando estábamos por acostarnos, quise ir a buscar un vaso de agua, pero me detuve en seco al escuchar sonidos que esta vez provenían de mucho más cerca, no sabía si del baño o de la cocina. Irene se acercó y escuchó también, corrimos hacia la puerta cancel y la cerramos, quedando en el zaguán. HAN TOMADO ESTA PARTE, dijo Irene. Estábamos con lo puesto. Recordé que en mi dormitorio habían quedado quince mil pesos, y eran las once de la noche. Salimos a la calle, pero antes de partir para siempre cerré con llave la puerta de entrada, para que no entrara ningún ladrón, estando la casa tomada.



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