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Fábulas
(Esopo)

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Una muestra más de la sabiduría y modernidad de los antiguos griegos. Casi todas las fábulas (sean verdaderamente escritas por un hombre llamado Esopo o por multitud de hombres) de este volumen siguen en vigor. Todas son muy ilustrativas y todas incluyen al final un explícito consejo para que no haya problemas de interpretación. El problema, naturalmente, es saber cuál hay que aplicar en cada situación.
En Los ratones, el de campo y de ciudad, se habla de la superioridad de la modestia tranquila sobre la abundancia agitada. El cuervo y la raposa va sobre la adulación: la zorra hace con sus halagos que el cuervo suelte el queso que lleva en la boca. En El parto de los montes, el monte, después de que todos esperaran que diera a luz una criatura terrible, pare un simple ratón, y la moraleja es sabia: la mayor parte de las veces lo más grave que hay en el peligro es el miedo que se le tiene. La zorra y la cigüeña, enemigos diplomáticos que se hacen ayunar invitándose a comer. La zorra y las uvas, donde la zorra se consuela de no llegar a las uvas diciendo que están verdes. El hombre y el león, donde el animal comenta ante una estatua de un león vencido por Hércules esculpida por el hombre que, si los leones supieran pintar, harían lo contrario con mucho más motivo. La hormiga y la chicharra, donde la primera enseña a la segunda una contundente lección de previsión, no exenta de crueldad: si cantaste en verano, baila ahora en invierno. El que promete imposibles habla de un hombre que ofrece a los dioses cien bueyes si hacen que se ponga bueno, confiado en que si de verdad le sanan nadie vendrá a pedírselos. El hombre y las dos mujeres trata de un hombre al que su mujer joven le arranca las canas para que parezca menor mientras que su mujer mayor le quita los pelos negros para que no parezca tan joven, con lo que entre ambas acaban por dejarle. En La gallina de los huevos de oro un hombre mata a la gallina que le daba huevos de oro creyendo que va a encontrar en su interior una masa de oro y lo único que consigue es quedarse sin nada. El viejo y la muerte habla de un viejo cansado de trasportar un fajo de leña que llama a la muerte para acabar de una vez por todas, pero que, cuando la muerte acude, se desdice asegurando que sólo la llamaba para que le ayude con la leña. La liebre y la tortuga relata la famosísima carrera entre ambos animales en la que la liebre pierde por creer que lo tiene todo ganado. El pastor mentiroso sobre el muchacho al que nadie cree cuando viene el lobo, hartos de sus alertas de broma. El avariento, donde el que escucha los lamentos de un tacaño al que acaban de robar el tesoro que nunca gastaba dice otro: Toma una piedra y entiérrala, figurándote que es oro, ya que tanto te servirá ella como te servía ese oro de que nunca hacías uso.
Entre los menos conocidos pero muy interesantes, tenemos El avariento y el envidioso. En esta curiosa y aleccionadora historia, Apolo invita a dos hombres a que le pidan algo, estableciendo que uno recibirá el doble que el que elijael deseo concreto que quieren que les sea concedido. El avariento deja que elija el envidioso para así tener el doble de cualquier cosa que sea lo que a éste se le ocurra pedir. El envidioso, viendo que le iba a fastidar que el otro tuviera el doble de lo que fuera, lo solucionó pidiendo a Apolo que le arrancaran un ojo para que de esa manera al otro le arrancaran los dos: la avaricia es insaciable pero la envidia es una locura mayor, concluye la fábula.



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