El Ordenador Y La Mente
(Johnson-Laird;Philip)
Una introducción a la ciencia cognitiva y una especie de estado de la cuestión. El aspecto introductorio queda claro en la discusión desde la base de los diversos problemas, posibles soluciones y teorías. Es un libro detallado y juiciosamente minucioso, pero no excesivamente técnico. Su componente de estado de la cuestión queda en evidencia por su voluntad de discutir distintas teorías, señalar los problemas que tienen y los callejones sin salida a los que conducen, y apuntar posibles soluciones pero sin afirmar que el problema sea soluble o que la solución sea fácil. El ordenador ha servido de metáfora para la mente desde su aparición, sustituyendo a otras maquinarias anteriores. De hecho, cada época ha identificado la mente con su dispositivo mecánico más importante, desde la fontanería hasta la máquina de vapor. Pero quizá, el ordenador, por su generalidad, sea el instrumento más adecuado y ese modelo el más fructífero. Es posible que la mente humana funcione efectivamente como un ordenador ingeniosamente diseñado y programado por la evolución, y este libro tiene pies darwinistas, a lo largo de millones de años. Y aunque la mente no funcionase como un ordenador, compararla con uno podría iluminar similitudes y diferencias. Éste libro trata precisamente de esa relación, y del análisis de las posibilidades científicas que el modelo del ordenador ofrece para el estudio de la mente. Precisamente, el primer capítulo de la obra lleva por título ¿Cómo debería estudiarse la mente?. Después de rechazar la intuición, [...] si una teoría necesita de la intuición para determinar lo que predice, entonces tiene muy poco valor explicativo, junto con teorías psicológicas como el conductismo, se plantea el estudio de la mente como un proceso computacional muy ligado al concepto de máquina universal de Turing. Los primeros capítulos analizan los conceptos de computabilidad y máquinas de Turing y su relación con los procesos mentales. Por tanto, el ordenador que aparece en el título no es tanto un dispositivo electrónico como el que uso para escribir este comentario sino más bien un ente abstracto, un nuevo tipo de máquina, un ordenador cognitivo que es un dispositivo para convertir energía en símbolos, símbolos en símbolos y símbolos en acciones. Las cinco partes posteriores van haciendo uso de ese punto de vista, aplicándolo a fenómenos cada vez más complejos: visión, aprendizaje, memoria y acción, cogitación, comunicación y la mente consciente y la mente inconsciente. Como guía, seguida con bastante fidelidad aunque en ocasiones no le queda más remedio que abandonarla, usa la idea de un robot al que cada vez se le dota de mayores capacidades: primero se quiere que pueda ver y representar la realidad, luego se pretende que se mueve, que recuerde, que aprenda, que reflexiones, que haga planes, que entienda el lenguaje, que sea creativo y finalmente que llegue a tener libertad y capacidad de autorreflexión. Eso sí, no hay que llevarse a engaños. La intención del autor no es mostrar cómo construir un robot que efectivamente pueda hacer esas cosas, sino usar esa idea como mecanismo para estudiar la mente humana, porque ante todo la ciencia cognitiva tiene como propósito explicar cómo funciona la mente (desde ese punto de vista, la creación de programas inteligentes es una aplicación de esa ciencia y no su fin último). Tal es así que en el capítulo 20, Necesidad y emociones, examina las famosas leyes de la robótica de Asimov y las encuentra equivocadas para un organismo autónomo con genes egoístas y propone en su lugar estos otros principios: Un organismo debe reproducirse y asegurar la supervivencia de sus genes. Un organismo debe proteger su propia existencia mientras que dicha protección no entre en conflicto con la primera ley. Un organismo puede cooperar con los miembros de su especie y ayudarlos a evitar el daño mientras que dicha cooperación no entre en conflicto con la primera y la segunda ley.
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