Resumo de Cuentos De Amor De Locura Y De Muerte

Quiroga luce sus influencias, Chejov, Dostoievski y mucho Poe, en este libro de cuentos que destacan por su recurso rotundo y en cierta forma caprichoso, pero siempre impactante y sabroso, a lo trágico y terrible.
El más cercano a Poe y uno de los más impactantes es El almohadón de pluma, donde se describe la rápida agonía y muerte ?en apenas una semana? de una feliz recién casada que comienza a padecer una extraña anemia. Cuando muere, su marido descubre unos puntos de sangre en el almohadón de la mujer y a partir de ahí, halla en el interior de la almohada un parásito que ha succionado la sangre de la mujer. El final es intencionadamente inquietante, como para ponerse nervioso cada vez que uno ponga la cabeza en una almohada.
En una línea parecida de influjo Poe está El solitario, donde un pusilánime joyero, atormentado por las codicias y desprecios de su esposa, acaba por darle la joya en la que está trabajando y que ella no cesa de pedir que le regale ?un lujoso alfiler de caballero? clavándoselo mortalmente en el corazón.
De violencia contundente es también La gallina degollada, donde los cuatro hijos subnormales de un desafortunado matrimonio imitan con una hermanita lo que han visto que los padres le hacían a una gallina: matarla y colgarla boca abajo para que echara toda la sangre.
Lo terrible se une a lo selvático ?la línea que más tarde Quiroga haría famosa? en La miel silvestre, donde un estudiante de poca experiencia en excursiones por la selva se deja tentar por las delicias de una miel silvestre que encuentra en un enjambre, sin sospechar que tiene propiedades de droga paralizante. La tragedia se completa gracias a la llamada corrección, la marabunta carnívora, que se le acerca en ese estado, consciente pero inmóvil, de manera que sólo queda de él el esqueleto y la ropa.
En el breve A la deriva se nos muestran las consecuencias de una picadura de serpiente sobre un hombre que alcanza como puede una barca para ir a buscar ayuda y se va sintiendo mejor, después de grandes dolores, pero es porque está comenzando a llegarle la insensibilidad de la muerte.
Los buques suicidantes es la historia de lo que dice el título: un buque que unos expedicionarios encuentran a la deriva y vacío y donde dejan para investigar a un grupo de su propia tripulación que horas más tarde habrá desaparecido igualmente. El protagonista y otro grupo deciden quedarse en el navío misterioso y de esta manera observa lo que sucede: a la gente en aquel lugar le entran irresistibles ganas de suicidarse, lo que hace inmediatamente lanzándose a las aguas.
Los mensú es sobre dos peones que abandonan a su tirano empleador y entran en una accidentada huida por la selva, donde uno de ellos muere enfermo y el otro es recogido por un navío que, desgraciadamente, regresa al lugar del que él quería huir.
Esta falta de justicia e inutilidad de los movimientos del individuo parece presidir uno de los cuentos protagonizados por animales (también característicos de Quiroga), Yaguaí, donde un valioso perro cazador que su dueño a prestado para una expedición, después de correr mil peligros, se acerca sorpresivamente a casa en mitad de la noche, ansioso por regresar con su amo, y éste le mata de un tiro confundiéndole con uno de los perros vagabundos que le estropean los cultivos.
Otra línea narrativa que destaca en este volumen se compone de historias urbanas presididas por un amor conflictivo. La que abre el libro, Una estación de amor, la más larga y una de las mejores, es desgarradora, de resonancias chejovianas e ilustrada por una frase de Dostoievski: Nada hay más bello y que fortalezca más en la vida que un recuerdo puro. De resonancias muy parecidas ?otra vez el ultraje a un amor puro y la imposibilidad de recobrarlo? es La muerte de Isolda, aunque no tan conseguido.
El único cuento que tiene un final feliz es el que cierra el volumen, La meningitis y su sombra, también de la línea urbana y amorosa. Un joven es requerido por la familia de unaa chica que está enferma con meningitis y delira de amor por él, aunque saben que apenas se conocen más que de manera distante y que la pasión no puede ser más que un capricho provocado por la fiebre.
El volumen se completa con algunos de los escritos de Quiroga sobre teoría del cuento. En el famoso Decálogo del perfecto cuentista, establece en el primer mandamiento que hay que creer en un maestro ?Poe, Maupassant, Kipling, Chejov? como en Dios mismo. Además, hay que resistir la tendencia a imitarlos, pero sólo hasta donde sea posible: imita si el influjo es demasiado fuerte, dice, ya que adquirir personalidad propia cuesta tiempo. No adjetivar sin necesidad (inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil) y no escribir bajo el imperio de la emoción, son otros de los más interesantes. También el quinto mandamiento, donde dice: No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.

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