Cien Años De Soledad
(Gabriel García Márquez)
La soledad impregna las arterias de una familia destinada al olvido en un pueblo sometido al paso de un tiempo que los personajes ven transcurrir irremediablemente, mientras sus vidas se desarrollan con el estigma de su raza: los Buendía. La fantasía inunda las páginas complejas pero narradas de manera perfecta y bestial. Un devenir descarnado en una tierra que conoció lo primario de los sentimientos humanos, el amor y una soledad que los guía como compañeras de una viaje cuyo misterio natural y humano los hace repetir la historia de una condena sanguínea, aun sin develar. Lo mágico y lo cotidiano conviven en la aldea privada de sueños y alquimia. El misterio de la ciencia y la cruda realidad se entrelazan posibilitando que lo inverosímil y lo verosímil compartan vida y esencia en una historia sacudida por la violencia emotiva y la ternura primigénia del amor. Los recuerdos, el deseo de trascender y la necesidad de ver las cosas más allá del ojo escéptico de una realidad abrumadora, despoja a los personajes de la simpleza, y a pesar de que el olvido reine en Macondo con su séquito de padeceres imborrables, la felicidad yace en esa pluralidad de sentimientos que traspasan lo mundano pero que también se enraizan en el pueblo que pretendió ser el paraíso. Entre visiones de muertos, el sopor de la magia, la locura rondando como una intrusa, en Cien Años de Soledad, la magia refleja una realidad que acuna el odio, la aversión, la impiedad y la sangre; la realidad de una Colombia envenenada por las guerras civiles, la pobreza, la crueldad y el sometimiento. Más allá, y muy dentro, como la sangre y la vida, la imaginación se convierte en instrumento para replantearse una vida llana y mustia y convertirlas en fuentes de acción y redención. Todo aquello que no podemos contemplar como propio o cierto, redunda en una especie de existencia mediocre que nos sumerge en la rutina de las cosas vividas y más nada. En "Cien Años de Soledad", un siglo de historia se pasea por las páginas que abrigan la pasión, la miseria, las utopías y la resignación, el amor como fuente redentora y abismo de desgracias, una realidad brutal y el deseo de transformar lo que parece irremediable en un juego que nos somete a imaginarnos lo que somos y lo que buscamos, reflejo de una sociedad que hoy sigue luchando por salvarse de una existencia mediocre, en donde la soledad se convierte en destino de nuestras peores miserias si no somos capaces de revertirlas aunque parezca imposible.
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