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Carta A Manuel Mercado
(José Martí y Perez)

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El 18 de mayo de 1895, José Martí escribió desde Dos Ríos, en el corazón de la manigua insurrecta cubana, una trascendental carta a su entrañable amigo mexicano Manuel Mercado. Por ser éste un documento revelador del pensamiento político de nuestro Apóstol, fijador de su posición resueltamente antiimperialista, previsor de los peligros que se cernían sobre nuestros pueblos de América por el vecino codicioso del Norte, y por haber sido escrito justo la víspera de su muerte heroica, es por lo que se ha declarado como su testamento político.
La carta quedó inconclusa y nunca pudo llegar a su destinatario, pues al andar con ella en el momento del combate, fue ocupada por los españoles que recogieron su cadáver.
Enrique Ubieta, oficial español que pertenecía a la tropa referida, se hizo del valioso documento, el cual no dio a conocer sino hasta 1909 en que lo publicó en la revista El Fígaro.
Es bien conocido el fragmento en el cual le confiesa a su amigo que al fin se sentía realizado como hombre, porque ya estaba todos los días en peligro de dar la vida por su país, y lo más importante, de impedir a tiempo con la independencia de cuba que se extendieran por las Antilla los Estados Unidos, y cayeran con esa fuerza más sobre nuestras tierras de América. A continuación declara que cuanto había hecho, y haría, sería con ese objetivo.
Es un error suponer que es aquí donde Martí declara su posición antiimperialista y latinoamericanista, pues ya en el año 1889, después de muchas reflexiones, arribó a la conclusión de que el enemigo mayor para Cuba y América era el monstruo revuelto y brutal que nos desprecia, y que por lo tanto, había que luchar contra ese peligro. Esa fue la esencia y el sentido de su vida, en esa órbita giró siempre su claro pensamiento.
La carta está llena de previsiones, desde haber olfateado su propia muerte, hasta la intervención norteamericana, y el posterior entendimiento de España con los Estados Unidos antes de rendir la Isla a los cubanos, pero hay una profecía que adquiere más valor cada día que pasa, él escribió: Sé desaparecer, pero no desaparecería mi pensamiento, y efectivamente, pudo desaparecer el hombre carnal, pero no su inmortal pensamiento, convertido hoy en luminaria de nuestra marcha hacia el futuro.



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