Yerma
(Federico García Lorca)
Quizá es ésta la más puramente griega de las tragedias lorquianas, por la grandeza del personaje, del drama que vive y de la furiosa reacción que provoca el fin trágico.
Yerma es la mujer frustrada por la falta de hijos. Vive para la maternidad y las relaciones sexuales con su marido parecen normales. Pero todas las mujeres de su alrededor ven llegado el momento de su maternidad sin problemas y en cambio, en ella, pasan los años y el embarazo no se produce. Cada mujer, dice, tiene sangre para cuatro o cinco hijos, y cuando no los tiene se les vuelve veneno, como me va a pasar a mí.
Yerma se vuelve medio loca por la falta del embarazo que desea. Está dispuesta a acudir a la magia y a hacer lo que sea a excepción de "la solución heterodoxa" que le propone una vieja que insiste en que el problema no está en ella sino en que su marido es estéril. Yerma rechaza la invitación de esta mujer a juntarse con su hijo, que asegura es "de buena simiente", argumentando que "lo que tú me das es un pequeño vaso" y "yo soy como un campo seco donde caben arando mil pares de bueyes" El sentimiento de frustración de Yerma se ha universalizado: "lo mío es dolor que ya no está en las carnes", declara.
Pero, metida en un callejón sin salida, Yerma también rechaza el consejo de su marido, quien también parece haber llegado a la conclusión de que es suya la culpa de la falta de hijos: "Resígnate", le dice a Yerma. "Eso nunca", responde ella y se lanza sobre su esposo y le estrangula
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