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Vivir Para Contarla
(García Márquez, Gabriel)

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Biografía novelada de García Márquez, que inicia en el momento de una visita con su madre al casi mítico pueblo de su niñez, Aracataca, prototipo de lo que habría de ser Macondo. La novela está escrita en un tono que se mece entre la nostalgia y la crónica de hechos que han quedado un poco adormecidos de sentimentalismo por el tiempo, y se reconocen a través de la obra elementos vivenciales que aparecerán después en las novelas, en especial, y de manera sorprendente, el episodio de la seducción de su madre, por parte de su padre, un músico pobre que debió perseguirla de modo casi paralelo al del protagonista de "El amor en los tiempos del cólera". Lo revelador de la obra, y que quizás permanezca más en el recuerdo, es el relato de la primera juventud, porque da la imagen de un García Márquez insospechado, músico y bailador, pero introvertido y tímido con las mujeres, casi como perdido, incapaz de vérselas con el futuro, refractario a la escuela y a la universidad y poseedor de una pésima ortografía que no le daba muy buenos augurios. Y todo esto aparece como a pesar de su familia, que era exuberante y desbordada, y compuesta de hermanos que dan la impresión de haber estado desde el principio, en cambio, bien ubicados en la vida latina, avispados y despiertos. Uno de estos, incluso, sastre de profesión, lo ubicó siendo adolescente en el cuarto trasero de su negocio, y le hizo llegar una a una a sus amigas para que lo iniciaran en la hombría, remedio que no fue capaz de poner fin a su falta de aplomo en ese tema. Tuvo sin embargo varias aventuras, incluyendo una con una mujer casada, Martina Fonseca, inteligente e independiente, y que por poco tiene consecuencias fatales. El amorío se vio cortado por su viaje becado a un colegio internado. Sus padres, ambos sabían música, medio bohemios, con educación pero pobres (o empobrecidos, que no es lo mismo) hasta el nivel del dolor. Él, llevó siempre a cuestas el karma de un negocio de farmacia que siempre fracasaba y siempre volvía a emprender, de pueblo en pueblo, siempre al borde de la ruina, arrastrando una familia confiada, cada vez más grande, liderada por una mujer que debió tragarse el orgullo de su educación, de su talento, y del pasado quizás brillante de su familia (hubo, en verdad, un abuelo general, notable y famoso), para tener prácticamente que mendigar a veces. Mujer medio histérica, que a ratos le gritaba a su esposo y a ratos tocaba el piano acompañándolo a él en el violín, sufrida, sin embargo, lo que la disculpa de sus arranques, y resignada o convencida de creer en la efectividad práctica del romanticismo del cónyuge. Una vez que el autor estuvo en el colegio fue alumno brillante, aunque de dudosas calificaciones, y ya en el mencionado internado (en el cual despertaba a sus compañeros con alaridos en medio de pesadillas), se inició las letras, llevado de varios mentores, uno de los cuales sería víctima de represión política. Sin embargo en la universidad, donde estudió derecho un año, nunca se sintió a gusto, y abandonó, con la consiguiente frustración de su padre, que deseaba verlo convertido en el profesional de la familia, gusto que le daría, sin embargo, otro de sus hijos. Es por esas épocas que debió ser testigo de las revueltas revolucionarias (sangrientamente reprimidas) que movilizaron a Colombia, de modo infructuoso, contra la represión del gobierno conservador, y que dejarían varias ciudades casi en ruinas, y múltiples muertos. Ya entonces trabajaba esencialmente en tareas periodísticas menores, haciendo crónicas, artículos (incluso deportivos) y participaría en uno o dos intentos por sacar a flote revistas literarias. Hizo algunos cuentos (reunidos en "Ojos de perro azul") que lo volvieron célebre y le abrieron las puertas para trabajar en los diarios, pero siempre con pagas de hambre, mal vestido, con aspecto de hippie, en lo que se adelantó a su época, no por clarividencia, dice, sino por necesidad. En ese estado lo encuentra su madre en el punto que dainicio a la obra, y es en ese viaje inaugural a la solitaria y polvorienta Aracataca, perdida entre bananales, abandonada de una United Fruit Co. que los que permanecieron allí nunca se cansaron de esperar de vuelta, que decide decepcionar definitivamente las expectativas familiares para abandonar los estudios y dedicarse al periodismo y la escritura. El libro culmina con su viaje a Europa, en el que se demoraría mucho más de lo esperado, pero eso ya es otra historia. Libro sin excesiva técnica, pleno, eso sí, del talento innato de García Márquez, aunque sin demasiada ambición artística, más del estilo de la literatura testimonial tipo posboom, muy atrás quedaron para el autor los malabarismos vertiginosos de "Cien años...". Esta es una literatura más digerible, más popular, más de moda, influenciada por las corrientes de escritores como Skármeta e Isabel Allende (pero sin llegar a los extremos folletinescos de esta). Su principal valor es justamente de testimonio, de acercarnos al autor, de comprender la génesis de algunas obras, de contagiarnos de una nostalgia por cosas que nunca vivimos pero se adivinan mágicas, es por eso una obra imprescindible. .



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