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Las Mujeres Del Rey. Reinas, Amantes Y Favoritas
(Guy Chaussinand-Nogaret)

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Ser la favorita implica mucho más que gracia, suerte y belleza. Muchas veces del dominio público, otras una aventura secreta, pero siempre una costumbre llevada al límite con desparpajo y premeditación. Sirvientas o damas encumbradas, de extraordinaria hermosura o de una sutil inteligencia, las mujeres que los reyes aman, las que eligen a su propio albedrío, han sido en la mayoría de los casos el verdadero poder tras el poder. Su reinado es efímero aunque sustancial, pues su permanencia no depende del número de hijos que puedan dar al rey, ni de la dote aportada, sino de su habilidad para entretener y de su vocación de gustar.Un rey puede obtener siempre a la mujer que desea, no importa la cantidad de implicaciones, pues debe divertirse para satisfacción de sus súbditos y cortesanos. Sin embargo, no fue sino hasta el siglo XV que esta costumbre pasó a ser una dignidad, cuando Carlos VII convirtió a Inés Sorel en la primera favorita real de la historia de Francia. Mucho se ha hablado de la imagen positiva que esta mujer consiguió para el rey. Lo alentó a ganar batallas a cambio de entregarle sus favores, y logró para él la investidura de héroe con que fue condecorado, de este modo ella misma pudo ser elevada y el pueblo la adoró. A partir de entonces el elegir una amante adecuada para entretener al rey, se volvería un empeño, una estrategia política con repercusiones insospechadas a conveniencia y beneplácito de unos cuantos.Es la favorita quien da sustento a los conceptos de moda y belleza con su refinamiento y buen gusto, quien ejerce como anfitriona en los festejos del rey ocupando el lugar que por derecho corresponde a la reina, y es además una diva, una mujer volátil que inspira a los más grandes artistas a transformar la historia en románticas leyendas. Para quienes han tenido la suerte de encumbrarla es un instrumento de incalculable poder, y como beneficiarios del favor del rey, le viven enteramente agradecidos, pero para quienes osan despreciarla suele ser el más encarnizado enemigo. Existe también un lado oscuro en la vida de estas mujeres. La amante real es el blanco de burlas y conspiraciones, y desde luego de toda suerte de reproches. De un momento a otro puede caer en desgracia y convertirse en responsable del malestar general, incluido el del rey, quien nunca aparecerá como culpable a los ojos de su pueblo pues posee un halo de divinidad. Por ello es imprescindible que la favorita piense en el futuro. Dado que su posición no ha sido avalada por ninguna autoridad, es improbable que vuelva a brillar con luz propia. Mientras puede, resguarda y atesora los regalos que le hace el rey en sus momentos de infinita ternura: joyas, vestidos, títulos y palacios con los que preservará su tranquilidad.Una favorita puede lograr grandes empresas: Luís XIV determinó la legitimación de los bastardos que procreó con la marquesa de Montespan, además de que los aposentos de que ella disponía eran superiores en número e importancia a los de la reina. Enrique IV, exigía para su amante Gabriela d?Estrées un trato ceremonioso por parte de los regidores, personajes que a pesar de su muy alto rango, no dejaron nunca de complacer al rey. Diana de Poitiers ejerció sobre el delfín Enrique (hijo de Francisco I, cuya amante la duquesa d?Étampes llevaba una vida escandalosa), un amplio poder al inculcarle valores contrapuestos a las tendencias de la licenciosa corte de su padre. De Diana se dice que preservó intacta su belleza hasta una edad muy avanzada, de la misma forma que conservó la influencia sobre su pupilo cuando este se convirtió en Enrique II. Años más tarde ella dejaría de otorgarle sus favores en el lecho, a cambio de lo cual se encargó personalmente de conseguirle otras amantes, pero nunca dejó de ser su principal consejera y más querida amiga. La iglesia, al tender un delicado velo entre el adulterio y el sacramento del matrimonio, contribuyó a establecer la dignidad de la favorita. Ya sea por conveniencia al obtener ella misma sus favores, o bien por congraciarse directamente con rey, los más altos dignatarios eclesiásticos sucumbieron ante el poder de seducción de estas mujeres. Como excepciones, leales hombres de iglesia entre los que destacan el jesuita Gouthery o el padre Bossuet, solían lanzar fuertes reprimendas hacia sus soberanos, sin que sus superiores pusieran gran empeño en enmendar la situación. Una figura ampliamente castigada por eclesiásticos fue la de Madame Du Barry, última amante de Luís XV, quien en su juventud se había ganado la vida como prostituta. Para la iglesia una cosa era ser la querida del rey, y otra muy distinta ejercer el oficio en legítima profesión. La favorita del rey ha existido en todos los contextos y en todas las épocas. Sobra decir que los principales atributos que en ella se buscan son de carácter estético, y que sin embargo, muchas han llevado a cabo su conquista a fuerza de inteligencia y astucia. reina en la práctica por encima de la verdadera, goza de los favores del rey indiscriminadamente y sus hijos son amados y cubiertos de honores con mayor placer que los legítimos. Mucho más que musa de grandes pintores y escultores, más allá de su imagen de heroína en la literatura, la favorita del rey es una diosa clásica e intemporal que engaña por su absoluta vigencia.



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