El Oro Del Rey
(Arturo Pérez Reverte)
El capitán Alatriste. No era nada de extrañar que este soldado español, reconvertido en espadachín a sueldo por razones de supervivencia, saltase a la gran pantalla. Los interesados en la literatura y en la historia de España respiraron tranquilos cuando supieron que habría presencia española delante y detrás de las cámaras. En esta novela, Diego Alatriste recala en Sevilla recién llegado de Flandes, acompañado de su inseparable escudero, el joven Íñigo Balboa. El Arenal, los bodegones, los Alcázares, el Guadalquivir, la Alameda y otros enclaves sevillanos sirven de marco a estas aventuras. La brisa que corre bajo las copas de los naranjos sirve de bálsamo para estos castigados soldados, en cuyas retinas están todavía impresos los horrores de Flandes. Quevedo, convertido ahora en personaje literario por la imaginación de Pérez Reverte, propone a Alatriste un arriesgado negocio. Asaltar un galeón holandés repleto de oro para que el monarca español pueda anotarse un tanto, y, de paso, frenar la cada vez más poderosa influencia del conde-duque de Olivares. Para ello, tendrá que reclutar de los bajos fondos sevillanos, a truhanes y embusteros a los que no se les puede confiar la bolsa, pero que se les puede confiar la vida, y que habrá someter a una disciplina de hierro para llevar a buen término la empresa. Desde la sombra, el malvado espadachín italiano Gualterio Malatesta, acecha, como siempre, intentando desbaratar los planes del español. Mientras tanto, Íñigo Balboa suspira por el amor de una doncella a la que apenas conoce. La corrupción existente y la inminente pérdida de las colonias van tejiendo un ambiente decadente y de cierta amargura, en el que se mueven estos seres que un día lucharon una España, nunca madre y casi siempre madrastra, que nunca les reconoció lo que hicieron por ella.
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