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La Taberna
(Emile Zola)

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Casi como un zoologo estudiando comportamiento de seres que no son de su misma especie, Zola desarrolla un estudio de los males que causa el vicio del alcohol en la clase obrera y la capacidad de corrupción de los buenos sentimientos.
La jornalera planchadora Gervaise, de poco más de veinte años, que cojea ligeramente pero es una mujer muy dulce y agradable a la vista, es abandonada por el perezoso y mujeriego sombrerero Lantier, con quien ha tenido dos hijos. El delicado plomero Coupeau la ronda modestamente y la convence para que se case con él, a pesar de que ella estaba decidida a prescindir de los hombres. Tienen una hija, Naná (que será protagonista de otra de las famosas novelas de Zola), y viven varios años saliendo adelante como pueden, pero felices.
Cuando tienen ahorrado lo suficiente para poner la tienda de planchado que Gervaise siempre ha soñado, el plomero Coupeau se cae del tejado donde trabajaba y el dinero Tiene que destinarse a los médicos y a sostener la convalecencia del hombre. Además, durante su postración, Coupeau se inicia en el vicio del alcohol, que hasta entonces había despreciado. Gervaise, que ha gastado sus ahorros, consigue el dinero necesario del honesto herrero Gouget, modesto admirador suyo, y pone la tienda, que pronto se hace con suficiente clientela como para sostenerse y requerir la contratación de varias empleadas. No obstante, el alcoholismo de Coupeau, que ha dejado casi por completo de trabajar, y la tendencia de Gervaise a comer bien, invitar a todo el mundo y socorrer necesitados impiden que el préstamo a Gouget sea devuelto, lo que la madre de éste recrimina a menudo, aunque él siempre perdona.
La tendencia de la familia al despilfarro aumenta cuando el embrutecido Coupeau acepta que venga a vivir a su misma casa el caradura Lantier, el ex de la mujer, que no sólo se las arregla para vivir a su costa sino que además acaba convenciendo a Gervaise, que está asqueada de su borracho marido, para que se vuelva a acostar con él. Desde su gabinete, la pequeña Naná lo observa la infidelidad de su madre y va consolidando su tendencia al vicio.
Las deudas de la tienda de planchado van creciendo, los clientes van escaseando y Gervaise tiene que despedir a sus empleadas y finalmente cerrar el negocio y volver como jornalera. Además, la adolescente Naná, que se había hecho florista, huye del infierno del hogar recurriendo a la seducción de hombres mayores y luego a la prostitución. El herrero Gouget sigue amando a Gervaise, a pesar de que ella está cada vez más gorda y estropeada, y le pide que huya con él a Bélgica, pero ella no consiente.
El edificio en que ahora vive el matrimonio está lleno de vicio y miseria. Uno de sus vecinos es el sádico alcoholizado Bijard, que castiga con el látigo por simple capricho a su hija de ocho años Lalia. Otro es el viejo indigente Bru, que vive en la miseria debajo de las escaleras. Además, suele pasar por allí el sepulturero Bazouge, al que Gervaise pasará de rechazar como mensajero de la muerte a pedir, harta de vicio y miseria, que venga a por ella.
En una de las ocasiones en que Gervaise acude a la taberna a buscar a su marido para intentar que no se gaste todo su dinero, acepta la sugerencia del hombre de emborracharse con él para así al menos hacer uso del dinero que no le quiere dar. Esa noche cuando regresa a casa (en una escena de especial impacto), la pequeña Lelia va a hablar con ella para consolarse de los malos tratos de su padre pero enseguida retrocede llena de pánico, al ver en el rostro de la mujer la huella de lo que a ella le hace la vida imposible.
Desde entonces Gervaise va haciéndose alcohólica, su habilidad en el trabajo decae y la echan de todos sus empleos, con lo que muchas veces no tiene de qué comer, mientras que su marido ingresa durante temporadas en una clínica psiquiátrica y luego sale para volver a la bebida. Gervaise friega suelos en casa de sus antiguos amigos, suplica sin éxito una limosna a los mezquinos parientes de su marido y finalmente, castigada por el frío y el hambre, sale a la calle dispuesta a prostituirse. Sin embargo, todos los hombres a los que se dirige pasan de largo, salvo uno que resulta ser su viejo admirador Gouget. Éste la lleva a su casa, le da de comer e intenta acostarse con ella, pero es incapaz de hacer nada más que abrazarla y volver a decirle que la ama.
Gervaise se marcha de allí avergonzada y regresa a su cuarto. Allí recibe la noticia de que su marido está de nuevo ingresado y a punto de morir. Coupeau pasará varios días con alucinaciones y movimientos convulsivos antes de finalmente apagarse. Sola y sin capacidad de ganarse la vida, Gervaise es expulsada de su cuarto y tiene que ocupar el lugar de debajo de las escaleras que ocupaba el viejo Bru, quien también acaba de morir. Allí la encontrarán muerta de miseria poco después, y el sepulturero Bazouge recordará ante su cadáver la inútil prisa que demostró un día por morirse.



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