Es un poco difícil hablar de estos evangelios sin caer en una especie de publicidad religiosa. Como una no creyente, en esta ocasión quiero ser objetiva y hablar únicamente sobre el material como quien habla de estilos literarios. De acuerdo, reconozco no ser tan grande pero intentaré ofrecer material que por lo regular se desconoce. Más adelante incluiré algo sobre el resto de los evangelios.
Me parece estupendo el hecho en que los escritores de los cuatro evangelios, relaten, digamos que un mismo breve pasaje en la historia de Jesús, y que cada uno lo hace en forma particular enfocándose a un grupo específico de personas. Y aunque puede llegarse a la conclusión de que son contradictorios a primera vista, hay quien afirma que no son historias distintas, sino complementos una de la otra.
Si bien es cierto que en cada uno de los evangelios, describe a detalle la vida y el ministerio del Mesías prometido, se puede decir que los tres primeros nos dan un punto de vista similar, el relato es muy parecido. Pero cada uno de los cuatro narra su historia de acuerdo a su propia experiencia, reflejando así su personalidad y toma en cuanta a sus lectores más cercanos.
Mateo (Heb. Mattithyah: ?Don de Jah?), fue elegido por Jesús para que le acompañara en su viaje a Palestina, donde al parecer fue escrito el texto alrededor del año 41 E. C. A principios del siglo tercero, Orígenes escribió: ?El primer Evangelio lo escribió Mateo, y se preparó en la lengua hebrea para los judíos creyentes? (A Religious Enciclopedia, 1894, Felipe SCAF, tomo III, pág. 1435). Saber que las palabras de Orígenes son ciertas, lo muestra el hecho de que Mateo ofrece una genealogía que describe de donde llegaría la descendencia prometida.
Una particularidad de Mateo es el hecho de que ofrece cifras y valores exactos reflejando su oficio como recaudador de impuestos antes de llegar a ser cristiano.
Son Mateo y Lucas quienes detallan el árbol genealógico de Jesús, pasando por cada uno de los reyes, por ejemplo, hasta llegar a José el carpintero y su novia María, la virgen que fue bendecida con el milagro de llevar al hijo de Dios en sus entrañas.
La parte más valiosa, desde mi punto de vista, son lo extraordinarios discursos que Jesús el ungido ofrecía para dar a conocer su mensaje. Sus palabras elocuentes y bien empleadas nos describen a un hombre preparado, instruido en las leyes judías. Porque era parte de la formación religiosa de aquellos tiempos que los niños, adolescentes, adultos y ancianos se adiestraran en las leyes divinas. Debían aprenderlas de cualquier forma. Según dice Moisés, hasta eran escritas en los postes de sus casas para tenerlas presentes en todo momento.
El estilo de Jesús, más bien que el de los evangelistas, es digno de imitar. Siempre usando los recursos más sencillos pero no dejaron de ser los más eficaces para su tiempo y el nuestro. Las ilustraciones son magníficas, nos captan la atención y nos dejan siempre una lección para pensar y para actuar.
El lenguaje de Mateo es sencillo, al menos las traducciones que tenemos actualmente. Lleno de esperanza para quien adopta los mandamientos de Dios y de juicios para quienes los ignoren, pero con palabras que muestran la necesidad de llegar a unificarnos de alguna manera. De volver a pertenecer a la armonía universal que aunque no lo sé de cierto, imagino que alguna vez existió. Estamos tan distraídos y distantes que hay que recurrir a medios como este para decir: ?Existo, aquí estoy, mírame, escúchame, o, por favor léeme?.
Extraordinaria la filosofía, interesante como cualquier otra, mientras la intención sea esa, de unificar y no de distanciar por falta de acuerdos ideológicos; de abismos creados por causa de clases sociales, de creencias distintas, de color de piel, de apellidos. Ojalá, Dios quiera, aprendamos por fin a reconocernos como parte del mismo cosmos y de una misma raza.
Amén.
Elisa G. Altamirano
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