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Nana
(Emile Zola)

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En un par de brillantes primeros capítulos, Zola nos describe detalladamente la función de teatro ?especie de comedia musical de asunto mitológico olímpico? donde la joven de dieciocho años Naná, incapaz de cantar y de actuar, exhibe su atrayente anatomía con escotes y desnudos en trasparencia.
A continuación, nos lleva a la casa de la muchacha (que tiene un hijo desde los dieciséis), donde los admiradores hacen cola como en una consulta médica, junto con los acreedores. Naná tiene que complementar lo que gana en el teatro y con sus ricos amantes con urgentes salidas para ejercer la prostitución y quitarse de en medio las más urgentes deudas. El banquero Steiner y el conde Muffat, ambos mayorcitos, más que competir, comparten la labor de amantes-mantenedores, aunque Naná no deja de acostarse con otros por pura diversión.
Uno de éstos amantes de placer, el cómico Fontan, la enamora hasta el punto de que por él deja a sus dos ricachones y su casa y se instala en un barrio modesto a vivir de lo que ha obtenido vendiendo todos sus lujosos enseres. Fontan vive de ella y le pega bastante a menudo, pero ella lo consiente y no sólo rechaza otras proposiciones de galanes más guapos y tiernos, sino que por él tiene que comenzar a ejerecer la prostitución callejera y en una ocasión está a punto de ser detenida por la policía.
Cuando Fontan se encapricha de otra actriz y la deja tirada, Naná vuelve con el conde Muffat, con la promesa de ser sólo para él a cambio de ser mantenida en un lujoso chalet y de que le facilite una vuelta al teatro que pronto queda frustrada. En su mansión, Naná no se priva de nada, incluyendo las relaciones homosexuales con su amiga Satin (que justifica ante Muffat diciendo qué es algo muy chic y que a él no tiene que suponerle competencia indeseable). En su casa, además, aparecen a menudo otros amantes de diversión, como el adolescente Zizí y el hermano de éste Felipe, que apareció en la casa para reprocharle sus relaciones con su hermano menor y acabó por sumarse a la lista de moscones.
Al igual que antes le había sucedido al banquero Steiner, la vida regalada de Naná va deteriorando los fondos económicos de Muffat, que además tiene una esposa enrabietada y que se venga de su infidelidad yendo con amantes y multiplicando sus gastos. Sin piedad, Naná le pide más y más y cada vez le importa menos que la sorprenda con otros en su alcoba. En un final bastante apresurado (provocado quizá por la escritura en episodios típica de la época) y en el que se nos aleja del punto de vista de la cortesana y su amante, Naná se aleja del casi arruinado Muffat y se va de viaje. Al regresar a Francia, encuentra que su tía ha descuidado a su hijito de tres años y éste ha cogido la viruela y ha muerto. Ella se contagia de esa enfermedad y no tarda en morir, cuidada en un hotel por una de sus antiguas rivales de escena y sin llegar a poder recibir la visita de Muffat.
El cientifismo de tinte mecanicista de Zola explica a Nana como el producto del envenenamiento de la salud del pueblo y sus labor destructiva ante las clases superiores como una especie de venganza ciega de la sensatez burlada.



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