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Cuentos De La Selva
(Horacio Quiroga)

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Para muchos lectores del Río de la Plata Horacio Quiroga (1878-1937) junto a Roberto Arlt es uno de sus escritores malditos. Este lugar que la cultura popular le ha otorgado no se debe únicamente a la vida desgraciada y sin suerte del escritor, sino, más bien, a una serie de relatos muy conocidos entre los cuales destacan ?La gallina degollada?, uno de sus más truculentos, ?El almohadón de pluma?, ?La insolación?, ?Pasado amor?, ?El desierto?, y otros inolvidables cuentos de amor de locura y de muerte.

Quiroga también es muy recordado en Argentina y en el Uruguay, su tierra natal, por esta serie de relatos para niños titulada ?Cuentos de la selva?. Tal vez inspirado en Kipling, pero ambientados en la selva misionera, estos cuentos reflejan la lucha del hombre contra la naturaleza, y también las alianzas de supervivencia con los animales que la pueblan. Por ejemplo en ?El loro pelado?, un loro casero es atacado por un tigre en la selva y pierde las plumas; luego, en alianza con un hombre y su escopeta regresa a la selva en busca de venganza. En ?La tortuga gigante?, un hombre perdido en la selva y enfermo gracias a la ayuda de una tortuga de considerables dimensiones remonta el río, logra llegar hasta un hospital de Buenos Aires y salvar su vida.?Juan Darien? es una historia de la selva al revés donde un tigre se vuelve hombre; un testimonio de la crueldad y la intolerancia que padece un ser natural y salvaje cuando cae en manos de la civilización.

Horacio Quiroga conoció la selva gracias a Leopoldo Lugones quien lo llevó en 1903 como cronista de una expedición al norte de Misiones. Unos años después emprenderá un malogrado negocio como agricultor en el Chaco, y luego, víctima ya del llamado de la selva, decide la compra de un campo en San Ignacio, Provincia de Misiones; un paraje cerca del río, alejado de la mano de dios, donde como un Robinsón construye su propia casa y cultiva la tierra. En este nuevo y literario escenario Quiroga lucha para enderezar su vida, superar infortunios y recuperar la dignidad que en la ciudad creía haber perdido; conoce las carencias y pequeñas alegrías de sus pobladores autóctonos y presta mucha atención a las diversas especies animales entre las cuales transcurre su vida diaria en la selva. A estas historias de vida le agregó su desbordante fantasía y capacidad narrativa para escribir las conmovedoras historias reunidas en los ?Cuentos de la selva?. Entre ellas señalaremos las que más nos han gustado, las que hasta hoy, lamentablemente con pocas reediciones, aún perviven en nuestra memoria: ?Las medias de los flamencos?, ?Anaconda?, ?La guerra de los yacarés?, ?La abeja haragana?, ?El alambre de púa?. Estos relatos, algunos de marcado tono fantástico, aunque fueron escritos por Quiroga pensando en sus hijos, no se privan de revelar el costado trágico, el lado oscuro de la vida en la selva; la supervivencia del más apto, la prepotencia del hombre frente a la naturaleza, la soledad del escritor.

Como ya hemos dicho, la vida de Horacio Quiroga no fue para nada feliz, visitada con frecuencia por la incomprensión, los problemas económicos y por episodios trágicos y desafortunados, acabó en manos del propio Quiroga a los 59 años ingiriendo una sobredosis de cianuro. Al respecto Gabriel Bertotti, escritor argentino residente en Mallorca, escribió un relato muy original, donde, a través de la ficción, especula sobre las posibles causas que motivaron el suicidio de Quiroga.

Los críticos de la época, decían que Horacio Quiroga era un escritor muy creativo pero que escribía mal. Lo mismo se dijo en su momento de Roberto Arlt. Lo cierto es que Horacio Quiroga es un escritor más preocupado por el contenido que por la forma. La prosa, llana y sin pretenciones de estilo pero con mucha energía y precisión, parece en Quiroga utilizada solo como un medio para llevar adelante la historia que le interesa contar. En defensa del escritor, más allá de que objetivamente su gramática sea un tanto descuidada, conviene aclarar que estas criticas provenían de sectores corporativos que entendían a los escritores y a la literatura como un arte elitista, siempre dispuestos a festejar, ya desde la contraportada, cualquier novela anglosajona o francesa, antes que leer a los autores locales. De cualquier manera, en la literatura Argentina siempre hubo hijos y entenados. Quiroga, entre estos últimos, pertenece a una raza de escritores sin apellidos patricios, ni respaldos económicos, que se han hecho a sí mismos escribiendo en soledad; las más de las veces sin pensar en publicar, transcribiendo historias propias con el único fin de ayudarse a entender sus controvertidos destinos.



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