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El Principito
(Antoine Saint Exupery)

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Hemos descubierto un mundo, queridos lectores, donde no se agota nunca la inocencia de aquellos que anhelan despertar cada día con la sorpresa de conocer a ese pequeño hacedor de hazañas increíbles; y que por algún buen milagro tiene una amplia morada en nuestros corazones. Adentrarse en este libro es evocar la memoria del niño que siempre quisimos ser, aquel capaz de desafiar todas las miserias humanas; aquel que no conoce la muerte porque pensó: la vida es una gran eternidad.
Y en la torpeza y aspereza de las cosas y los trajines cotidianos que a veces llegan a congelar nuestros apetitos de volar, renovamos así con esta lectura los sueños de tocar las estrellas, como la llama de la otrora utopía que flamea en aras de un lugar donde gobierna el amor, la amistad y aquellos sentimientos capaces de cambiar la amargura de un imposible por la esperanza de que el amor existe; y no solo en una criatura infantil de otro planeta sino también en nosotros sino también en nosotros: personajes de una leyenda que siempre llevamos en el alma y que a veces no cumplimos por suponernos demasiado pequeños. Pero si nos atrevemos a pensar: hubo un niño quien atravesó toda la galaxia con la sutil intensión de levantar risas, y alegrías, y sueños, en los interiores ocultos de humanos prestos a desafiar la gravedad más por la velocidad de una enorme mole metálica, que por el deseo delicado y suave de perseguir un ave. Aves migratorias, de esas que conocen historias de tierras lejanas que sabrá mirarlas para añorar sus alas y escapar a un horizonte donde el amor, la amistad, ya no formen parte de una lucha sino de una conquista.
El héroe de esta bella anécdota, es como un elegido, un cristo, un dichoso trayendo un evangelio lleno de amor, de tanto amor que no temió a la muerte porque simplemente no la conocía pues su corazón jamás albergo semejantes oscuridades.
La vida es siempre una tremenda búsqueda ¿de qué? Ah, de quimeras que se hallan en las estrellas, cuidadas por un párvulo que desconoce límites y viaja hasta infinitos con el ansia de descubrir, y aprender cosas. Cosas que ya sabía y que por tierna inocencia no quiso presumirlas, porque de haberlo hecho no hubiera podido enseñarlas.
Y yo digo: aquel que sea capaz de cuidar una rosa, de amarla aun cuando sus espinas puedan dañarlo, es sin dudas porque toda la hermosura de esa rosa vivía en aquel, antes de existir todas las flores.
El principito vivió, o vive, en un lejano y pequeño planeta donde la cantidad y la abundancia no es precisamente lo que caracteriza su casa; empero tenía un horizonte fácil de tocar, mas no por ello decidió detener sus sueños, su amor. Porque nunca puede ser pequeño aquello que amamos, sino nos volvemos pequeños nosotros al ponerle dimensiones al amor.
Bienvenidos a leer, queridos lectores, el gran principito.

Miguel Antonio



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