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Trilogía Nueva York, 2. Fantasmas
(Paul Auster)

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Como en la primera entrega de la trilogía de Nueva York, Auster parte del esquema clásico de la serie negra de toda la vida para lanzarse por vericuetos filosóficos que en este caso, entroncan directamente con el solipsismo y el existencialismo de lo absurdo de la literatura de Beckett.
En los años cuarenta, el detective Azul (los nombres de todos los personajes son colores para resaltar lo abstracto de los personajes) recibe el encargo del cliente Blanco de vigilar al señor Negro y para ello, le alquila el apartamento que está enfrente del de éste y le envía semanalmente un cheque. Azul observa a Negro casi todo el día y le sigue en los pocos paseos que da por la ciudad. Observa que parece estar escribiendo un libro, pero no es capaz de ver nada anormal en sus movimientos ni de entender la razón por la que le han encargado la vigilancia. Con el paso de las semanas, el detective Azul va aprendiendo de memoria los movimientos del otro y aún más de preverlos como si fueran suyos: Hay momentos en los que se siente tan completamente en armonía con Negro, tan naturalmente unido al otro hombre, que para anticipar lo que Negro va a hacer, para saber cuándo se quedará en su habitación y cuando saldrá, le basta simplemente con mirar dentro de sí.
Por su atenta vigilancia, el detective Azul va perdiendo el contacto con el mundo y sobre todo con su novia. Envía informes periódicos a su cliente Blanco y trata de saber algo más de él vigilándole en correos cuando va a recogerlos, pero le burla y demuestra que es capaz de prever sus movimientos y quizá que también está de acuerdo con su vigilado, Negro. Consecuentemente, Azul empieza a sospechar que Negro no es más que una artimaña, otro de los contratados de Blanco, pagado por semanas para sentarse en esa habitación y no hacer nada.
En su vigilancia, Azul empieza a intentar contactar con Negro, aún sin descubrirse y para ello utiliza su habilidad para el disfraz. Una vez, disfrazado de mendigo, recibe de él una moneda y hablan sobre Walt Whitman, que vivió en los mismos lugares en que ellos están. En otra ocasión, tras presentarse Azul en un restaurante bajo la identidad de un agente comercial y comenzar a preguntarle por su trabajo, Negro le dice que es detective y que está vigilando a un hombre del que ya conoce todos sus movimientos aunque no sabe para qué, es decir, le habla como si fuera él mismo.
Azul entra en el apartamento de Negro mientras éste no está y registra sus papeles tratando de saber qué está escribiendo, pero sólo encuentra unas notas que son iguales que las que él está tomando para controlar su trabajo de vigilancia. Comienza entonces a dudar de la existencia del hombre que le contrató y también de la del que está vigilando: Porque Azul en este punto no puede aceptar la existencia de Negro y por lo tanto la niega. Habiendo penetrado en la habitación de Negro y permanecido allí a solas, habiendo estado, por así decirlo, en el templo de la soledad de Negro, no puede responder a la oscuridad de ese momento excepto sustituyéndola por su propia soledad. Entrar en Negro, entonces, era el equivalente de entrar en sí mismo, y una vez dentro de sí mismo ya no puede concebir estar en ningún otro sitio. Pero ahí es precisamente donde está Negro, aunque Azul no lo sepa.
El embrollo existencialista se culmina con la nueva entrada de Azul en el apartamento de Negro. Esta vez Negro está allí y viste la máscara con que Azul creyera ver a su cliente Blanco en correos. En tono de revelación final de novela de detectives y con una pistola en la mano, Negro-Blanco le escupe que todo ha terminado, que él le necesitó pero que ahora el juego se acaba. Azul se abalanza sobre él y le deja sin sentido. Revisa los papeles de Negro y lee la novela de su historia, aunque sin final. El narrador concluye que no sabe cuál será el final de la historia, aunque probablemente el detective se marche lejos, tal vez a la China.
Si la primera novela de la trilogía (Ciudad de cristal) contenía sabrosaas referencias a Cervantes y el Quijote, ésta habla (además de sobre Whitman) sobre Nathaniel Hawthorne y un cuento en el que un hombre se va de casa y se dedica a vigilar a su esposa desde una casa cercana hasta que pasan los años y, cuando ella ya no le espera, decide volver.



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