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Shakespeare, La Invención De Lo Humano
(Bloom)

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El carisma, un aura de lo sobrenatural, rodea a Hamlet, a la vez dentro y fuera de la tragedia de Shakespeare. Nadie en las ultimas tragedias y leyendas podría estar en el escenario junto a Hamlet: pueden soportar el escepticismo pero no una alianza del escepticismo y lo carismático. Hamlet estaría siempre en una obra equivocada, pero de hecho ya lo está. La agria corte de Elsinor es una ratonera demasiado pequeña para atrapar a Hamlet, aunque él regresa voluntariamente a ella para morir y matar. Hamlet trasciende su obra. Los deseos de Hamlet, sus ideales o aspiraciones, son absurdamente discordantes con la agria atmósfera de Elsinor. En la villanía de Claudio no hay nada de genialidad, el único enemigo convincente de Hamlet es él mismo.

Harry Levin describe a Hamlet como una obra obsesionada con la palabra cuestión, y con el cuestionamiento del fantasma y en el código de la venganza. La cuestión de Hamlet tendrá que ser siempre el propio Hamlet, porque Shakespeare lo creó para ser una conciencia tan ambivalente y dividida como puede soportarla un drama coherente.
Hamlet después de la escena del cementerio, y aún allí la locura ha evolucionado hasta una intensa ironía dirigida contra las toscas imágenes de la muerte.

En El origen de la tragedia, Nietzsche vio a Hamlet memorablemente bien, no como el hombre que piensa demasiado, sino como el hombre que piensa demasiado bien: ?El conocimiento mata la acción; la acción requiere los velos de la ilusión: esta es la doctrina de Hamlet? ?...una visión de la horrible verdad, pesa más que todo motivo para la acción, tanto en Hamlet, como en el hombre dionisiaco?.

El humor macabro de Hamlet lanza estocadas a la vez contra la mortalidad y contra nuestras pretensiones: ?tengo que cambiar, y no hay más que una forma final de cambio?
Hamlet tiene una mente tan poderosa que las actitudes, los valores, y los juicios más contradictorios pueden coexistir dentro de ella coherentemente. Hamlet encarna a la vez el valor de la personalidad, a la vez que esquiva el valor del amor. Hasta el acto V, Hamlet ama al padre muerto (o más bien a su imagen) pero no nos persuade de que ame a nadie más. El príncipe no tiene ningún remordimiento por haber matado a Polonio, o por haber acosado malévolamente a Ofelia hasta la locura y el suicidio, o por su despido gratuito a Rosencrantz y Guildentern hacia sus muertes inmerecidas; y el adiós a su madre muerta es un descorazonado ?Desdichada reina, adiós?. Está el desmedido tributo al leal y amoroso Horacio, pero queda subvertido cuando Hamlet retiene de suicidarse a su doliente seguidor, no por afecto sino para asignarle la tarea de contar la historia del príncipe, no vaya a ser que Hamlet acarree para siempre un nombre vulnerado.

Una de nuestras numerosas perplejidades ante Hamlet es que nunca podemos estar seguros de cuando está actuando de Hamlet, los intereses miméticos de Hamlet, piden un drama dentro del drama. Hamlet hubiera podido escribir Hamlet.

Hamlet no tiene centro: es demasiado inteligente para identificarse con ningún papel, y la inteligencia misma está descentrada cuando se alía con el desinterés último del príncipe. Categorizar a Hamlet es prácticamente imposible.

?Ser o no ser?, este soliloquio es el centro de Hamlet, a la vez todo y nada, una plenitud y una vacuidad que juegan la una contra la otra: Es el fundamento de casi todo lo que dirá en el acto V, y puede decirse que es su discurso fúnebre anticipado, la prolepsis de su trascendencia.

Los otros personajes apenas tienen importancia para este héroe de la interiorización, Por eso no hay ninguna escena ni pasaje central en Hamlet. Hamlet es el más libre artista de sí mismo en todo Shakespeare.

Nietzsche: ?Aquello para lo que podemos encontrar palabras es algo ya muerto en nuestros corazones; hay siempre una especie de desprecio en el acto de hablar? Nada podría estar más cerca de Hamlet.

Ethos, logos, pathos, la triple base de la retórica, la psicologíaa y la cosmología, todo nos desconcierta en Hamlet, porque cambia cada vez que espía sus propias palabras.



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