Padres E Hijos
(Iván S. Turguiéniev)
Un comensal llama educadamente a la puerta del invitado, pide permiso para sentarse y, con toda educación y parsimonia, le declara su odio y le reta a batirse en duelo. Llegados a este punto, el odio era ya mutuo entre ambos, declarado y a flor de piel, pero este desenlace resultaba imposible de imaginar. El invitado, con no menos parsimonia y hasta con cierto retintín, acepta. La procesión va por dentro, claro. Y en esta escena, pese a los remilgues verbales, se huele el odio en su forma más primaria, esa seca aversión en la que ya no caben más razonamientos, como la que azuzaba a Montescos contra Capuletos. Este duelo, además, será como un detonante que hará entrar la novela en una especie de ?ciclo de muerte?... Turguiéniev comparte con sus compatriotas muchas de sus buenas virtudes narrativas: la penetración psicológica, la descripción ágil que se incorpora con naturalidad a las peripecias, la claridad expositiva que lo hace facilísimo de leer: A conoce a B y hablan de X. B y C deciden ir a R, donde les sucede N. Capítulos cortos. Claridad que no es simpleza: Bazárov, el nihilista, produce odio y amor a partes iguales, la clásica pregunta ante ese tipo enervante de personas: ¿Qué diablos le pasa? No es agradable verle sufrir, pero, desde luego, él tampoco tiene mucho de agradable. Es más fácil identificarse con Arkadi, entusiasta, fácil de impresionar, pero siempre dispuesto a cambiar su postura, a aprender de todo, a abrirse. Su padre resulta conmovedor, tan indefenso, tan poco práctico, tan atormentado por los recuerdos, tan bueno... En muchos de sus silencios se le oye pensar, sin que Turguieniev nos diga nada. No hace falta. Y las chicas, qué bien descritas quedan, qué guapas se las ve sin recurrir a la fácil minuciosidad visual (y en lo psicológico, también, respetando la ambigüedad de todo ser humano y más aún con las hembras que, como se sabe, no se suelen caracterizar por un discurrir en línea recta). También los padres de Bazárov conmueven por su amor incondicional al hijo, sin aspirar ya a comprender un mundo que se les ha vuelto demasiado grande. Bella historia, de extraña estructura: Tres casas, un par de amigos, un par de amores, muchas disquisiciones sobre lo divino y lo humano, muchos viajes. Y esa sabiduría sólo al alcance de unos pocos de que el alma es contradictoria y es en las idas y vueltas de esos viajes donde queda definida.
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