Sonata De Otoño
(Ramón del Valle-Inclán)
En esta primera entrega de las ficticias memorias del Marqués de Bradomín (aunque es el tercer episodio, según el orden cronológico de la historia), la prosa de Valle-Inclán está más equilibrada que nunca, pues ni cae en los excesos cursis de otras Sonatas ni se acerca a los niveles de caprichosa selección del argot popular (español o latinoamericano) de sus obras más tardías.
El simple pero rico argumento de esta novelita va transcurriendo armoniosamente, enlazando frescas y significativas anécdotas, con algún detalle de puntillismo melancólico modernista y oportunos recursos a un erotismo a veces morboso y siempre cuidadosamente medido.
El personaje de Concha queda perfectamente definido desde las primeras páginas a través de sus remordimientos. La religiosa aristócrata, que se sabe a punto de morir y llama a su ex-amante Bradomín para que esté junto a ella, no puede dejar de pensar que está engañando a su marido y arriesgando su alma ni puede tampoco olvidar su amor loco por el marqués.
Éste ?al que tardamos más en conocer al completo? es un descreido y cínico donjuán, más enamorado del arte del galanteo que de la propia Concha. De forma cínica, pasiva y en parte insensible (pues el marqués sólo corresponde al amor de Concha a su manera), acepta y disfruta ser la última alegría de la moribunda, con la misma actitud con que acepta y disfruta el no buscado encuentro sexual con Isabel, la prima de Concha, cuando ésta acaba de morir.
Los adornos modernistas (aristocráticos, decadentistas, etcétera) tienen esta vez mayor fortuna y profundidad que en otras sonatas. Además de los inevitables cortinajes carmesís y las referencias al abolengo de los personajes (con una acertada incursión del protagonista de las Comédias Bárbaras, Juan Manuel Montenegro), encontramos el medido erotismo de las escenas de amor entre el marqués y Concha, de quien se resaltan su rasgos de enfermedad:"Yo amaba locamente aquella boca dolorosa, aquellos labios trémulos y contraídos, helados como los de una muerta!" O también: "Concha tenía para mí todos los encantos de otro tiempo, purificados por una divina palidez de enferma".
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